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Gracias, Ferrero

El tenista de Ontinyent puso punto y final a su carrera después de caer en el Torneo de Valencia ante Nico Almagro

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Es el último partido de su vida en el circuito de individuales -juega el dobles con Ferrer-. Y Juan Carlos Ferrero no puede contener la emoción ni las lágrimas al coger el micrófono. Acaba de perder ante Almagro, pero es lo de menos. Le agradece a su equipo y al público su apoyo. Reconoce que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en una pista de tenis. Y se marcha por la puerta grande.

Ferrero es clase, caballerismo, trabajo y deportividad fuera y dentro de la pista. Ferrero es lucha, supervivencia y resistencia. Ferrero es catorce años como profesional, dieciseis títulos, dos copas Davis, un 'Grand Slam'. Ferrero fue número uno, es un número uno. Ferrero es tenis. Ferrero es amor y devoción por este deporte. Ferrero es afrontar el último partido de tu vida en individuales ante un amigo sin apenas haber jugado en todo el año y dar la cara. Ferrero es felicitar al rival cuando le hace el punto diciéndole "buena" y no arrastrarse por la pista.

Ferrero es encarar una final de la Copa Davis siendo uno de los puntales del equipo, jugar únicamente el punto de dobles y asumirlo con deportividad y compañerismo. Ferrero es ganar un Roland Garros y dedicárselo a su madre fallecida. Ferrero es no olvidar los orígenes y naturalidad. Ferrero es 'El Mosquito'. Quizá haya tenistas con mejor derecha; quizá haya jugadores con un saque más determinante. Quizá haya deportista que hayan derribado más barreras y hayan ganado más cosas. Pero Ferrero es muy grande.

La primera ovación del día se la lleva el valenciano nada más entrar a la pista. Lástima que la central del torneo de Valencia no estuviese llena y que presentase una pobre imagen. Quizá el exnúmero uno merecía algo más en ese aspecto. Pero la aclamación es unánime. Juega su torneo. Y las numerosas banderas y pancartas reflejan lo especial del momento. "Siempre número 1", reza una; "siempre serás el más grande", proclama otra.

Adiós por la puerta grande

En su banquillo, su entrenador de toda la vida, Antonio Martínez Cascales, está prácticamente hombro con hombro con el de Almagro, con Samuel López. Pronto se ve en el choque que Ferrero se resiste a decir adiós. Pese a llevar cuatro meses sin jugar, su entrenador confiesa a TVE que "se ha preparado para esto". Y se nota. Tiene ritmo en las piernas y desde el fondo de la pista. Juega suelto y sin nervios aparentes. Tira ganadores y dejadas. Conecta buenos golpes de revés y de derecha. Y comienza con una rotura de servicio a su favor. Pese a que Almagro pronto se pone por delante en el marcador, el partido es bueno. Los intercambios son largos, los dos tenistas dan todo lo que tienen y el público vibra. Viendo el gran tenis mostrado en el Ágora por el valenciano, uno se pregunta cuánto tiempo más podría estar rindiendo a ese buen nivel y continuar dando guerra. Pero no hay vuelta atrás.

Pelea, va de lado a lado de la pista. Conversa tímidamente con Almagro en los cambios. Disfruta del momento. Saborea cada instante. Y pese a perder la primera manga, no desiste. Sigue dando espectáculo.

Continúa como lo ha hecho siempre: luchando cada bola. Pierde 3-0 en el segundo parcial y rompe el servicio del murciano. Pero Almagro es mucho Almagro. Y el número doce del mundo no está para homenajes en forma de victoria de Ferrero. Se juega entrar en la Copa Masters y no baja el pistón. En el séptimo juego parece que se hace daño en su maltrecho hombro. A pesar de ello consigue cerrar ese servicio y poner tierra de por medio.

Pero el murciano, pese a su triunfo, no es el protagonista del día. El actor principal se llama Juan Carlos Ferrero, quien falla un resto de derecha, su último golpe como profesional. Se da un fuerte abrazo con Nico y regala su raqueta al público. Se marcha uno de los grandes.

Simplemente: gracias Ferrero.