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Un autógrafo de tres kilómetros

Un jeque árabe decide escribir su nombre, 'Hamad', en la arena de una isla de su propiedad, en caracteres tan gigantescos, que se ven desde el espacio

MADRID Actualizado: Guardar
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Son millonarios y no tienen reparos en gastar su dinero en cualquier capricho que se les antoje: desde mansiones exageradamente inmensas, cuidados extras para sus mascotas, hasta zapatos de más de 18.000 euros o … convertirse en la octava maravilla del mundo. Esta es la última excentricidad del jeque árabe Hamad Bin Hamdan Al Nahyan.

Ni corto ni perezoso, este miembro de la Familia Real de Abu Dhabi decidió que debía grabar su nombre en algún lugar para que fuera el más grande del mundo y pudiera verse, incluso, desde el espacio exterior.

Dicho y hecho. Por expreso deseo del millonario árabe, su nombre (en realidad sólo una parte de él, Hamad, por cuestiones de espacio) ha sido inmortalizado en la arena de Al-Futaisi, una isla que posee en el golfo Pérsico. Así, las cinco letras que lo componen tienen una altura de mil metros de ancho y tres mil de largo. Además, las dos primeras (la ‘H’ y la ‘A’) son canales navegables para que los barcos de recreo de la zona puedan pasearse por ellos.

Ahora, Hamad podrá viajar al espacio y leer claramente su nombre o pasearse en yate por su faraónica obra mientras se conecta a Internet y comprueba en Google Maps la 'inmensidad' de su nombre.

Una vida de opulencia

Cuánto costó este delirio megalomaníaco se desconoce, aunque se puede suponer que no resultó nada caro para el jeque, que posee una de las fortunas más considerables del orbe sólo superada por la del rey de Arabia Saudí. Hamad tiene además su propio museo-garaje en forma de pirámide, donde se puede ver su colección de más de 200 coches, que, combinados, componen el color del arcoíris, de donde proviene su apodo: 'jeque arcoíris'. Ahí, entre otras maravillas se encuentra el camión más grande del mundo y la gigantesca casa con ruedas en forma de globo terráqueo.

Atrás quedaron los tiempos en que los millonarios destinaban sus fortunas sólo a comprar coches veloces, lujosos yates, costosos aviones, palaciegas mansiones o célebres obras de arte. ¿Podrán ver los españoles algún día escrito en alguna isla “Ortega”? ¿Y los americanos “Gates”? El tiempo lo dirá.