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La Motorada se deja sentir en las calles de Cádiz

Los primeros moteros llegan como agua de mayo para el sector turístico, que espera consolidar las cifras del pasado año

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Sus cifras lo dicen todo. El año pasado superó los 243.000 asistentes, al tiempo que se rozó una ocupación hotelera del 100% en varias localidades y del 96% de media en la provincia, con una media de gasto diario de 75,4 euros por turista. Por ello se puede decir sin duda alguna que la Motorada es un maná a dos ruedas para Cádiz. Un evento que se espera como agua de mayo por parte del sector turístico y que tiene una gran influencia en localidades como Jerez, El Puerto o Sanlúcar. Un agosto que en esta ocasión es en abril.

Todo se prepara de forma minuciosa y ayer por la mañana los locales y establecimientos ultimaban los detalles haciendo acopio de material mientras los moteros iban llegando al principio con cuentagotas hasta hacerlo en grupos más numerosos, ya bien entrada la tarde.

Las calles se convirtieron en improvisados circuitos en los que exhibir las motos y sus cilindradas. Puestos en busca de hacer caja a lo largo de las avenidas y sobre todo ofertas. De alquiler de vivienda, de garajes y hasta de guarda cascos y mochilas a precio especial de dos euros. El que no había hecho la tarea en casa debía ahora pagar un peaje y un plus más alto o improvisar ante la falta de lugar en el que quedarse.

En ciudades como El Puerto nada se escapa ante la posibilidad de aprovechar el tirón de la Motorada, sobre todo ahora que parece que al fin remonta, tras unos años de dura crisis que se acrecentó por las restricciones. Es por ello que se ha comenzado a buscar fórmulas para compaginar este evento con las quejas y reclamaciones de vecinos que se ven afectados por el ruido y la inseguridad.

En los años noventa las concentraciones en algunos lugares de la provincia eran conocidas por la libertad para realizar cualquier tipo de pirueta o meter gas; sin embargo, la perspectiva cambió con el paso de los años y para evitar que el descontrol fuera a mayores, los ayuntamientos comenzaron a poner restricciones, afectando (junto a la pérdida de adquisición como consecuencia de la recesión económica) de manera directa tanto a la afluencia como al gasto. Los centros históricos se blindaron se multiplicaron los efectivos policiales, se acometieron medidas para evitar que se pudiera correr.

Más libertad

Y ahora no es que se dé manga ancha, pero tampoco se quiere perder este maná y, tras las caídas de los últimos años en afluencia, se ha querido poner remedio y permitir que los moteros puedan disfrutar de las motos, sin que el vecino se sienta inseguro. Los centros se han vuelto a abrir y permitir una de las principales atracciones que busca un motero y es poder ir a cualquier lugar con la moto y dejarla en frente de donde se sienta a comer o a tomar una cerveza. Además de sentir el calor del aficionado en pleno casco histórico.

Prueba de ello es la avenida Micaela Aramburu, que se convirtió ayer en el epicentro de la llegada de moteros. Era el lugar que mayor concentración de personas acogía y desde las ocho y media de la tarde toda una fiesta en la que el principal gesto era el de mover la mano para meter gas.

De esta manera ha desplazado zonas acotadas menos céntricas en las que las llegadas de moteros y su colorido se suele combinar con el humo de quemar rueda y los estruendos de acelerones y de meter puño. Todo bajo estricta vigilancia, pero que se puede ver de forma intensa tanto en la zona norte de Jerez como en la del centro Bahía Mar de El Puerto. Aunque eso será más hoy, ya que ayer tocó el desembarco y el asiento de moteros y visitantes que fueron tentando el ambiente. Un ambiente que se calentó precisamente mientras se iba poniendo el sol.

Desde la media tarde hasta la noche el paseo de motos fue constante, porque precisamente lo que busca el aficionado que llega es poder hacer eso, ir de un lado para otro con su moto, mostrarla, lucirla y compartir momentos con sus compañeros de viaje sin que se tengan que alejar mucho de ella.

El año pasado los titulares cambiaron y al fin se pudo volver a decir que regresaban las motoradas de siempre, aquella de oleadas de turistas que invadían las calles y que parecían haberse apagado. El Puerto había sido una de las grandes perjudicadas, pero el año pasado volvió a colgar el cartel de ‘no hay billetes’ no solo en sus hoteles, sino que también en su vía pública. El tiempo fue un aliado y el ambiente cambió: pocos hablaban ya de los problemas que habían tenido para acceder, para llegar a un sitio u otro y sí de haber quitado la paja y quedarse con el grano, de encontrar esa fórmula que permita disfrutar al motero y al ciudadano de este gran evento.

Ayer nuevamente sirvió de preámbulo para lo que se espera que suceda en el resto de jornadas, las motos desfilaron a través de la Ribera del Marisco y la avenida Micaela Aramburu ante la mirada de cientos de personas, portuenses y visitantes, que se arremolinan en las vallas de seguridad para ver el espectáculo callejero. El petardeo de los tubos de escape.

El tiempo parece que otra vez acompañará y ya solo se espera que la Motorada recupere su esplendor

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