el apunte

La ejemplaridad como obligación

El caso de los policías repartiéndose alimentos incautados a la venta ambulante ilegal supera lo anecdótico y precisa de aclaración completa

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Las redes sociales y la inmediatez del comentario lo convierten todo en chascarrillo. Durante la jornada del lunes, una de las noticias más repetidas y mencionadas en todos los medios de comunicación digitales fue el vídeo grabado por una vecina de Puerto Real. Las imágenes mostraban a varios funcionarios, entre ellos, policías, repartiéndose bolsas de patatas y naranjas que días antes fueron decomisadas a vendedores ambulantes ilegales. Las bolsas, como muestra la grabación, ya estaban siendo arrojadas a un camión de basura por su presumible insalubridad. Más allá de la posible picaresca, si la hubiera, se trata de una imagen lamentable de unos trabajadores públicos que, por muchos disgustos que se hayan llevado en los últimos años, tienen en la ejemplaridad un compromiso inquebrantable. No se trata de que el material que se reparten sean joyas o pimientos, que sea caro o que resulte barato, es el hecho lo que resulta reprobable.

El Ayuntamiento de Puerto Real hizo bien en anunciar una investigación inmediata en vez de matar al mensajero con cámara. Ahora es preciso llegar hasta el final de la aclaración para que sea completa. Los encargados de velar por el cumplimiento de la legalidad no pueden coger un atajo, por anecdótico que resulte. Si lo han hecho, deben atenerse a las consecuencias para salvaguardar el mensaje a la comunidad.

La justificación planteada ayer por alguno de los presuntos implicados en los hechos –que cogieron los alimentos para la beneficencia– no se sostiene. Caso de ser cierta, enviarían a los comedores sociales, cada vez más llenos, alimentos sin control, que estaba destinado a la basura. No se sabe si resulta más censurable la imputación primera o la justificación posterior.