El autor pacense, junto a Ana R. Tenorio. :: S. ARÉVALO
Sociedad

Un huérfano de canon literario que se envenenó de poesía y se hizo escritor

Luis Landero recordó su primer contacto con la literatura y confesó que cambiaría todo lo que sabe como lector por «el asombro ilimitado de la juventud»

JEREZ. Actualizado: Guardar
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El autor de 'Retrato de un hombre inmaduro' arrancó ayer las risas de los asistentes a la segunda sesión del Congreso de la Fundación Caballero Bonald. Luis Landero confesó que en la casa de su primera juventud sólo tenía el libro 'El calvario de una obrera', que en su adolescencia madrileña llegó a robar alguna moto, que tenía éxito con las chicas porque leía a Bécquer aunque era «un tirillas» y que iba a las librerías a oler los libros porque así los podía hasta reconocer. El escritor hizo ayer memoria del deambular de sus primeros años por la literatura hasta que encontró el camino recto que lo llevó a dedicarse a ella.

«Era un huérfano de canon literario. No encontré a nadie que me orientase hasta los 21 años», aseguró ayer. Fue un profesor del antiguo PREU (actual 2º de Bachillerato) el que le abrió los ojos y le mostró el mundo de Cortázar, de García Márquez, de Onetti y de Virginia Wolf. «Abandoné la poesía, que era lo que escribía entonces, para hacer novela. Estaba hechizado pero nunca he dejado de leer poesía ni dejaré de hacerlo», dijo. Aseguró que «he perdido la cuenta de todo lo que he leído» pero que «cambiaría mi sabiduría como lector por el asombro ilimitado de mi juventud».

Explicó que «en el nacimiento de un lector hay algo de revelación personal y de vocación. Se habla mucho de la inspiración de los escritores pero no de la inspiración de los lectores». Landero se remontó a su infancia en Alburquerque (Badajoz) donde escuchó muchos cuentos porque «sólo teníamos dos horas de luz eléctrica al día y no había televisión ni apenas radio». Allí «se me quedó grabada la música de nuestra lengua». Bajo un árbol tiene su primer recuerdo impactante de la literatura: un cuento de miedo: «Nadie ha descrito ese momento mejor que Cervantes. El Quijote lee y lee y cuando levanta la cabeza del libro, ahí estaban los gigantes».

El traslado a Madrid de su familia lo llevó a cambiar su entorno rural de nacimiento por el urbano e industrial de la capital. «Mi gran descubrimiento de entonces fue la poesía, la magia del ritmo. Es lo que me envenenó y sucedió lo inevitable», dijo.

Leer, vivir y contar

«Don Quijote primero leyó y luego vive. Simbad El Marino vivió y después se paró a contarlo. Yo era como don Quijote: leía y al salir a la calle me enamoraba de la primera chica que pasaba. Luego me convertí en Simbad y me senté a contarlo», explicó el autor de 'Juegos de la edad tardía'.

Luis Landero recordó que leía todo lo que caía en su manos, ya fueran las novelas del Oeste que se alquilaban en los quioscos hasta tratados de filosofía; que trabajó como guitarrista durante unos años y que se creyó rico cuando su biblioteca pasó de tres o cuatro libros a una veintena.

En sus clases, Landero siempre procuró -ya se ha jubilado- que los alumnos miraran hacia dentro: «Les pedía que escribieran sobre un pasillo, sobre los pasillos de su mundo, que acudieran a lo que hay de original en cada uno de ellos».