Autor y obra. Alcedo ha sido invitado por el centro de mayores para exponer su trabajo que se puede visitar esta Navidad. :: A. J.
PUERTO REAL

Un renovado artista del soplete

Maestro en el trabajo con el cobre, esta nueva faceta le ha llevado a compartir con otros creadores una vocación que le llegó con los años Soldador durante años en Astilleros, Sebastián Alcedo ha encontrado la otra cara de su oficio

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sebastián Alcedo trabajaba en Matagorda. En el Dique ejercía de montador-armador. Luego hizo algún curso de calderero, con el que aprendió a manejar la chapa. Ya entonces decían de él que era un verdadero artista. pero del soplete.

El tiempo pasó, y se jubiló. «Yo siempre había tenido inquietudes artísticas, pero no me decidí hasta hace siete u ocho años». Todo fue porque su mujer estaba buscando unos terminales para la barra de las cortinas. «Me salió bien; luego hice un espejo, y luego una consola...».

En su búsqueda de materiales, el primero que tuvo a mano fue una chapa de zinc, que tras algunos de sus retoques, se convirtió en un Cristo que hoy luce en la residencia de ancianos Joaquina de Vedruna. Él siempre se consideró «ladrón de vista», y de ahí surgió su modelo: «Lo vi en una casa por casualidad, en la que entré a coger piñas. Allí, en el salón, y me fui directo a coger apuntes y a tomar medidas».

El taller lo tiene en casa de su suegro, donde no molesta tanto el «escándalo» de la faena: «Allí estoy, dando golpes y cortando con la rotaflex». Ahora suelda con estaño, un trabajo más «fino» que en el tajo, pero sigue teniendo puntos en común con lo que siempre hizo en los Astilleros: «Sigo usando la autógena, pero es de menos dimensión, porque la chapa es más gorda».

Con el tiempo descubrió la magia que encierra el cobre: «Es una maravilla», confiesa. El resultado es inconfundible en sus tonos.

De la destreza a la exposición

«Aunque por ser herrero la idea ya la tienes, luego hay que desarrollar la habilidad», explica Sebastián sobre el camino que le ha llevado de la destreza al arte. Con él se le ha abierto un universo: «Tienen que salir las ideas, ver cositas; las exposiciones te van enriqueciendo, y el arte va avanzando», explica.

Su prisma hoy ha cambiado, y metido ahora dentro de la nómina de artistas, sufre como otros compañeros las dificultades para exponer y para que le cedan un sitio. La elección del cobre como materia prima supone otro elemento diferenciador. «La forja en hierro tiene muchos siglos, pero en cobre se hace en pocos sitios, está poco visto». En su búsqueda de similitudes ha llegado hasta Marrakech y Casablanca, para hallar algún trabajo artesanal parecido. «Pero aquello es más con latón», matiza.

Su prometedora carrera artística podría truncarse por un suceso insospechado. Nada que ver con la fuga de las musas, sino con la llegada del cariño: «Ahora que tengo un nieto, me llevo todo el tiempo con él, y tengo las obras más paradas». Pero el pequeño sí que es una «fuente de inspiración».