Editorial

Precios con incertidumbres

El repunte del IPC y los pronósticos sobre vivienda no están exentos de riesgos

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La confianza mostrada por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, en que la economía española crecerá en todos los trimestres del próximo año refleja un vaticinio que todos los ciudadanos estarían dispuestos a suscribir si empresas e instituciones no estuviesen temiendo que 2009 se cierre con un trimestre especialmente deprimente, tanto desde el punto de vista de la actividad como sobre todo en cuanto al empleo. El pronóstico de Salgado está en la base del propósito que alberga el Gobierno de incrementar el IVA en el segundo semestre del ejercicio a punto de iniciarse, cuando según sus previsiones la recuperación podrá darse por consolidada. Pero, como ocurre a diario, la jornada de ayer nos ofreció dos datos que convendría sopesar en su ambivalencia: la subida del IPC por primera vez tras ocho meses ininterrumpidos de bajadas y la caída de un 20% en el precio de la vivienda hasta 2012, pronosticada por el BBVA. De igual forma que el Gobierno ha querido ver en la subida de los precios al consumo un «cambio de signo» en la situación económica, cabría considerar que el abaratamiento del metro cuadrado residencial contribuirá a la venta del ingente número de pisos que aún están en manos de los promotores por efecto de la crisis, con la inyección de dinero que ello supondrá tanto para los sectores concernidos por la construcción como para el propio sistema financiero. Pero si los movimientos inmobiliarios llevan siempre una notable carga de incertidumbre sobre sus efectos últimos, sería también prudente atender a las consecuencias que el incremento del precio de los carburantes y de algunos bienes pueda tener cuando el consumo no termina de despegar en el comportamiento social. El Gobierno está obligado a insuflar esperanza en la ciudadanía; pero sobre todo tiene el deber de aportar confianza a quienes cuentan con la posibilidad de tomar decisiones en cuanto a inversiones y contratación. Confianza a la que el conjunto de las formaciones políticas debería aportar un material básico que tantas veces regatean: el de una mayor sintonía entre las instituciones. Y en especial entre el Gobierno y las comunidades autónomas.