TELEVISIÓN Y RADIO

Ellos hacen el 'trabajo sucio'

Los dobles. Los actores de las series no vuelcan coches ni se caen de las azoteas. Eso es cosa de los especialistas

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Feroz polémica: al actor Emilio Gutiérrez Caba, de aquilatada trayectoria, se le ha ocurrido criticar a Jorge Javier Vázquez. Resulta que a don Emilio le daban el premio del Festival Internacional de Teatro de Cazorla y, aprovechando que por allí pasa el Cerezuelo, dijo en rueda de prensa que Vázquez, «ese personaje mal llamado de los medios del corazón que más parece de las vísceras», «deshonró» los premios Ondas y que «a todo el mundo no se le puede dar un premio así». Aunque esto es lo que piensa la inmensa mayoría, sus declaraciones han sido unánimemente calificadas como «polémicas». ¿Polémicas? Es asombroso. Esto es como si a usted le meten en el salón a un sujeto que le rompe la cristalería, usted protesta y la concurrencia, lejos de reprobar al bárbaro, le culpa a usted por protestar. Así termina usted con el salón arrasado, la cristalería hecha añicos y, para más inri, una incómoda fama de persona conflictiva, porque, hombre, a quién se le ocurre quejarse por una cosa tan graciosa. Ya lo decía Gila: si no saben aguantar una broma, que se vayan del pueblo. Lo que está pasando hoy en nuestra tele -y, más extensamente, en el ambientillo nacional- es precisamente eso: un destierro generalizado del sentido común y un aplauso inmoderado al que rompe la cristalería. Y si no sabemos aguantar una broma, nos echan del pueblo, aunque la broma se salde con millones de cerebros calcinados. La televisión forma parte del proceso. Más aún: el tipo de televisión que llevamos haciendo en España en los últimos 15 años amadrina y promueve este proceso de desquiciamiento generalizado. ¿Por qué? Es fácil de entender. Si usted limita las actividades de su salón a una flemática partida de mus, pasará desapercibido; pero si usted mete en la habitación al tipo que rompe cristalerías, todo el mundo se parará a mirar qué pasa. Y como este género de tele vive de cuánta gente se pare a mirar, los mercaderes del 'share' harán lo posible por no dejar cristalería viva. Terminarán echándonos del pueblo.

Primero va al desguace a por un BMW aparente, uno de esos cochazos en los que suelen huir de la Policía los malos de la pantalla. Luego planifica al detalle cómo estrellarlo, cómo hacerlo explotar o cómo ir dándole golpes hasta que no quede ni el chasis. Ángel Plana (Madrid, 1963) es uno de ésos a los que antes llamaban «los chiflados», tipos con más arrojo que preparación que doblaban a los actores en las escenas peligrosas. Hoy los especialistas del cine y la televisión son un puñado de profesionales que no se salen un milímetro de lo que dicta el código de seguridad. Siguen recibiendo mamporros y guarrazos, pero con precaución.

Son los actores invisibles, los que nunca enseñan la cara. No sólo doblan al James Bond de turno. Las series españolas los necesitan porque el plantel de actores no quiere correr riesgos. O no puede. «Algunos tienen contratos que les prohíben correr escaleras abajo, saltar un valla de más de dos metros de altura o situarse cerca de una explosión». Ése es el 'trabajo sucio', del que se encarga Ángel. Cuando era un chaval se fue a París a aprender cómo tirarse por una escalera o saltar al vacío sin hacerse un rasguño, y ahora dirige una escuela de especialistas con su nombre. Otra referencia en el mundillo es Chema Infante (Madrid, 1953), de 'Magnun and crash', que descarga adrenalina a base de golpes, caídas y saltos de vértigo. Con ellos, no más de un centenar de profesionales -apenas una cuarta parte mujeres- que ruedan las escenas peligrosas en las series españolas.

La mayoría son deportistas o aspirantes a actores. Y a todos parece que les va la marcha, aunque ellos saben cómo ponerse en riesgo con seguridad. «Los especialistas buenos se preparan durante tres años y entrenan cuatro ó cinco horas al día. Primero aprendes a caerte por una rampa, luego por la escalera y acabas tirándote desde quince metros. Sabes cómo girar la cadera y cómo apoyar el hombro al caer para no hacerte daño», explica Infante, un habitual de las escenas espectaculares, ésas de incendios, explosiones y caídas aparatosas. «Saltar de un tejado a otro tiene peligro, aunque hay un colchón debajo y lo que parecen cables de teléfono es lo que nos ata a la línea de vida. El mosquetón que llevas enganchado debajo del pantalón, las rodilleras y los protectores de la espalda no se ven, pero los llevamos, y la carretera que parece de hormigón realmente es de goma. O como cuando arde un coche. El fuego es real, pero tú llevas un traje ignífugo y para cuando el vehículo explota ya estás a unos metros».

A muchos más y a buen resguardo se encuentra el actor. Él comienza la escena y luego se retira. Segundos más tarde reaparece chamuscado y amoratado. Se le va con un poco de jabón, la magia de la tele. «La mayoría no quiere rodar ni una pelea, ni siquiera un tropezón por una escalera de cuatro peldaños... Claro que también hay otros como Iván Sánchez -Raúl en 'Hospital central'-, Isabel Serrano -Isabel en 'Acusados'-, Pablo Carbonell o Jorge Sanz que se atreven con casi todo».

En este 'casi' se incluyen las escenas más extremas, terreno exclusivo de los especialistas. «Lo peor es caer al agua dentro de un coche. Llevamos una botella de oxígeno, pero con el impacto te puedes desvanecer y en ese caso no aguantas más de unos minutos. Yo hice dos y juré que no hacía una tercera», confiesa Ángel Plana. ¿Y el riesgo está bien pagado? «No cobramos como los actores, pero con cinco días, te ganas el mes». Lo normal es trabajar de 10 a 15 días.

Pero no se hacen millonarios, por mucho que estén en un mundo donde se mueve mucho dinero. «Una escena de un vuelco de un coche no sale por menos de 9.000 euros». Y algún cero más costó la escena más impresionante que se ha rodado recientemente en la televisión. Un choque múltiple entre un camión, un autocar, una camioneta y cuatro o cinco coches para el capítulo 200 de 'Hospital central'. Treinta especialistas rodaron durante día y medio los 'flashes' de atropellos, explosiones y coches incendiados de un escena que no duraba ni un minuto.