CUARTO DE PALABRAS

Y una canción de amor

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Llevo el ritmo machadiano del olmo que aún persiste en la gracia de su rama verdecida, el ritmo de la pamplina que se solapa en el sentimiento y lo reserva, el ritmo de la añoranza de la sirena de astilleros al amanecer, el ritmo del baúl que contiene el bagaje que en la cadencia que da el conocimiento han ido dejando en la humedad de este sitio genético picaos e ilustrados, el ritmo de la edad en que el currículo importa, no uno, sino tres carajos, el ritmo del día a día que empuja entre miseria y luz a entender sin comprender el alma de los comparsistas... Llevo incluso el ritmo del cachondeo con que cuece el cachondeo en esta parte del cachondeo, el ritmo de la ironía, de la malaje, del sarcasmo, de la guasa en su punto de esta parte de la guasa que invita ahora mismo a plantearse a gañote vivo «¿A qué gaditano no le gustaría trabajar por Cádiz...?». Y lo haría, pero no es ese el ritmo que hoy me marco, además, que sería meterme en la reflexión de otro, y por más, que responderme igual me lleva a la desesperanza y van siendo muchos (fijo que más de veinte) artículos desesperados... Toca una canción de amor:

Si en sueños la marejada me tirara del corazón, al ritmo del mar, la mar, sería una ecuación de arena y sal, una ola de las que van a la orilla de Pepe Ángel, una orilla a la que llegan las olas de Pepe Ángel. Si llevara ese ritmo llevaría el ritmo de las mareas de esta parte de la tierra, de esta isla que linda de la tierra lo que el mar lleva por los caños a la bahía y vacía por los caños de la bahía, de esta parte del mar que lleva el ritmo de la tierra buscando a giros la luz como ninguna tierra... e iría hacia la luz. Si como Machado tu corazón también fuera hacia la vida, serías la ostia... (joé, al final me ha quedao una sinécdoque. Ahora, pa sinécdoque, la del gaditano que ha mangao la bici a la productora de Wichita para Cádiz...).