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Consternación por una nueva tragedia

El futbolista mexicano De Nigris, ex de Villarreal y Poli Ejido, falleció la pasada madrugada de una parada cardíaca

MADRID Actualizado: Guardar
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El delantero mexicano Antonio de Nigris, con solo 31 años de edad, falleció la madrugada del lunes en la ciudad griega de Larisa, en cuyo equipo militaba, mientras era trasladado a un hospital tras sentirse indispuesto.

Los medios griegos informaron de que el jugador murió antes de llegar al centro médico al que estaba siendo trasladado después de que su esposa avisara a los servicios de urgencia de que de Negris presentaba problemas de salud.

Aunque la causa de la muerte aún no ha sido aclarada, los medios locales apuntan a que el internacional mexicano y ex jugador, entre otros, de los equipos españoles de Villarreal y Polideportivo Ejido, sufrió un paro cardiaco.

Los dos equipos españoles que contaron con sus servicios lamentaron ayer la pérdida del jugador y le trasladaron a la familia su más sentido pésame.

Un delantero luchador

Antonio de Nigris brilló como un delantero infatigable que peleaba todos los balones, cualidad que le llevó a clubes de Brasil, Colombia, España, Grecia y Turquía. Nacido en 1978 en Monterrey (México), el Tano de Nigris dejó a su paso estampas imborrables de fútbol, como el gol que le anotó a Brasil con la selección mexicana en 2001 o el penalti convertido para el Once Caldas de Colombia en la Copa Intercontinental 2004.

Desde su debut en 2000 con el Monterrey, entonces bajo la dirección del técnico español Benito Floro, de Nigris portó la camiseta de un total de doce equipos, hasta su muerte repentina en Grecia, donde jugaba para el Larisa.

Fue reconocido en su país como buen rematador de cabeza -por su estatura de 1,86 metros- y también por su rapidez y viveza para quitarse las marcas, así como por ser un jugador que jamás dejaba de luchar por una pelota.

Fue el español Benito Floro quien le permitió debutar en México, en 2000 con el Monterrey, y también quien le mostró las canchas del mundo al llevarlo consigo en 2003, cuando dirigía al Villarreal, una salida que cambió la visión del jugador.

El técnico se mostraba «muy consternado» porque para él era como «un hijo adoptivo», con el que hablaba cada semana.