LA ROTONDA

Cádiz saca partido de la crisis

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Cuando todo el mundo busca un agujero más en su cinturón, las ciudades están que tiran la casa por la ventana. Son las cosas de la política, de la economía y de la gestión; esas cosas que no se entienden pero que los expertos -y sobre todo los consultores- insisten en que son necesarias. Cuestión de fe, aunque ahora no estemos para dogmas en este tiovivo teórico en el que Rodrigo Rato es capaz de renegar del liberalismo económico y Rodríguez Zapatero agarrarse del brazo de los banqueros. La crisis ha convertido la economía en un cuarto oscuro intelectual donde se juntan las parejas más insospechadas en aras de no se sabe bien qué; unos por necesidad, otros por placer, otros por vicio...Y otros muchos porque no saben a qué atenerse.

Resulta paradójico que en medio de la mayor crisis económica del último siglo la ciudad de Cádiz esté inmersa en la remodelación más ambiciosa de su historia moderna. No hay dinero, pero aquí parece que sobra o que lo regalan. Cuando uno echa cuentas de todo lo que hay que pagar no le queda más remedio que recurrir a la fe. Y no precisamente a la divina. Alguien pagará esto. Y me temo que seremos todos nosotros.

Da la sensación de que, si todo sale como se espera, la ciudad saldrá ganando de esta crisis. Un segundo puente en la Bahía, la conexión ferroviaria, un macro hospital, la ampliación del Puerto de Cádiz, la plaza de Sevilla, los nuevos aparcamientos subterráneos en Canalejas y en la Carretera Industrial, la rehabilitación de la Cárcel Real, el puerto náutico en la barriada de La Paz, la recuperación de la casa de los Lila, las instalaciones deportivas de Telegrafía Sin Hilos, la reurbanización de todo el cinturón del casco antiguo, la casa de la música en la antigua lonja... a lo que hay que unir el nuevo complejo hotelero de Paradores, el hotel de lujo en Valcárcel o el gran centro comercial en el antiguo Híper de Cádiz, así como obras menores en las plazas de Mina y Mentidero, la reurbanización del paseo Carlos III y las mejoras del Museo de las Cortes. Y algunas cosillas más.

Cádiz no se parecerá en nada a la de ahora. Y eso es una buena noticia. Entonces, cuando nos pregunten, diremos: no necesitamos ni una Expo ni unos Juegos Olímpicos; esto se hizo gracias a la crisis de la primera década del siglo XXI. Suena a chirigota pensar que Cádiz es capaz de realizar su gran transformación aprovechándose de las oportunidades de su eterna compañera de viaje.

Y sin miedo a la vuelta de tuerca, el Ayuntamiento de Cádiz parece dispuesto a endeudarse (aún más, aunque el equipo de Teófila Martínez se empeñe en vender que las arcas municipales estás súper saneadas) hasta las cejas para construir la tribuna del Carranza. La jugada le puede salir bien, pero sería de ingenuos pensar que todo este festival, todo este empacho pantagruélico de obras y macroproyectos saldrá gratis.

¿Y EL AUDITORIO?

Y no es por el vicio de pedir, pero alguien debería decir qué pasa con el proyecto del auditorio, del complejo multiusos. Cádiz es la única capital andaluza que no dispone de un complejo en el que celebrar espectáculos deportivos, musicales o de entretenimiento. La oferta de ocio y cultura es tan triste como escasa, aunque el concejal Antonio Castillo se empeñe -sin éxito, por cierto- en intentar convencernos de lo contrario. Da rabia ver como Cádiz queda al margen de los grandes circuitos de conciertos o acontecimientos deportivos que tan bien le vendrían a las familias gaditanas en esos fines de semana de Levante o Poniente. Y lo peor es que desde el Ejecutivo municipal ni se reconoce esta carencia ni se hace nada por remediarla.

LA MENOR MAURITANA

El caso es clarísimo: no hay justificación alguna a que una niña de 14 años sea forzada a casarse y a mantener relaciones sexuales con su marido. Además, es delito no sólo en España sino en Mauritania. Y como delito merece una pena tipificada con claridad en el Código Penal de España.

El caso de la menor mauritana de Puerto Real se ha intentado convertir por los acusados y desde el propio país magrebí -alimentado además por la falta de rigor de algunos medios- en una falta de respeto a las tradiciones culturales y religiosas de Mauritania, intentando así suavizar, como si eso fuese posible, el delito. Ni es así ni tampoco se debe trasladar este asunto al ámbito de la integración de los inmigrantes en España, porque nada tiene que ver. La pretensión de defender hoy la unión de niñas de nueve años con un hombre adulto es una aberración impuesta sólo sobre la base machista de la dominación y de la anulación de la mujer como ser humano que nada tiene que ver ni con la religión ni con la tradición.

Por todo ello, en este caso sólo debe actuar la Ley, porque estamos ante un delito sobre el que ni se debe mirar para otro lado ni se debe actuar con ambages. Además, debe servir para llamar la atención -es increíble que ninguna institución pública de la mujer se haya pronunciado aún- sobre una realidad: hay muchas niñas residentes en España desprotegidas y sometidas frente a estas prácticas. La Igualdad -y de eso el Gobierno y la ministra Aido dice saber mucho- no sólo se defiende en los informativos de televisión.