DE ZORRILLA A LA MAREA

Un ejemplo de calidad

La semana no pudo empezar peor. La muerte de José Luis Romero Palanco nos cogía por sorpresa. El que fuera rector de la Universidad de Cádiz (no me gusta ponerle ex a alguien que deja tan alto el pabellón en el desempeño de sus funciones en beneficio de la sociedad) siempre estará en el recuerdo de quienes le conocimos y sabíamos de su talla profesional, pero sobre todo, de su calidad humana.

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Conocí a José Luis en el año 1989, cuando hacía prácticas en Diario de Cádiz. Era agosto y actuaba en el Pemán la cantante Rocío Jurado, que acababa de anunciar su separación de Pedro Carrasco. Los medios abarrotaban el teatro y no precisamente para cubrir la actuación, sino para conseguir alguna declaración de la artista. La Jurado consiguió esquivar a los medios y escapar en un coche con los cristales tintados, pero la experiencia del fotógrafo Kiki hizo que sospechara del vehículo, al que perseguimos en moto por todo el Campo del Sur hasta el restaurante Curro El Cojo (lo que es ahora el Arte Serrano). Cuando entramos, la cantante ya estaba en una zona reservada y la única opción que nos quedaba era esperar en la barra. Eran las doce de la noche y estábamos muertos de hambre, pero no llevábamos dinero encima e ir a un cajero era arriesgarte a perder la foto o la declaración. Así que decidimos esperar compartiendo una cerveza.

En la esquina de la barra, tomando un aperitivo, estaba el rector, que nos había escuchado. Recuerdo que de manera muy elegante nos invitó a compartir una copa con él y a tomar algo de comer. Durante las dos horas que duró la espera José Luis nos contó anécdotas de su experiencia como rector, de cómo le gustaba esta ciudad y su gente. La espera se hizo corta gracias a su conversación, amena e interesante. A partir de ese día y durante los años que estuvo de rector (hasta 1995) tuve la oportunidad de cubrir actos en los que estaba presente y hacerle varias entrevistas. Explicaba de forma tan clara los temas que afectaban a la Universidad que apenas había que retocar las declaraciones grabadas en el cassette. Dejó de ser rector, pero no se convirtió en un extraño para quienes le conocimos. En una ocasión, en el año 1998, necesité un asesoramiento legal sobre unas pruebas biológicas que debía aportar en un juicio y José Luis estuvo ahí. Me atendió sin dudarlo, con discreción y sin entrar en detalles personales. Me explicó varias alternativas de forma muy didáctica y algunas anécdotas ahora irreproducibles, pero que sirvieron para tranquilizarme. Habían pasado casi diez años desde aquel verano de 1989 en la barra de Curro El Cojo. Nunca olvidaré esa ayuda desinteresada. Hacía poco que había coincidido con él en el Terraza, estaba acompañado de sus dos hijas pequeñas y se acercó a saludarme. Lo cierto es que cuesta trabajo pensar que personas con esa calidad humana mueran a los 60 años cuando hay tanto mal nacido por ahí suelto. Pero es la vida y la muerte, aquella que él tanto tuvo entre sus manos. Ahí queda su legado y sus amigos que tanto le lloraban el lunes al conocer la noticia. Una familia destrozada pero que podrá estar orgullosa.

Descanse en paz y sirva de ejemplo.