SUEÑO. Que los barcos y palacios flotantes «lleguen a Cádiz sin que sus quillas toquen la arena». / L. V.
CÁDIZ

La mitad del Bicentenario

Moret y el Reina Victoria protagonizan los fastos del cumpleaños de La Pepa

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Fue un año de conquistas. En enero de aquel 1912 se abolía el régimen imperial en China y se establecía la República Popular. Días más tarde, el explorador británico Robert F. Scott llegaba al Polo Sur, un mes después de que lo hiciera el noruego Roald Amundsen. Albert Berry desafiaba al cielo con su salto en el primer paracaídas y el gigante marino Titanic iniciaba su expedición que, si bien acabó en tragedia, demostraba cuán lejos, y cuán profundo, podía llegar la ingeniería creada por el ser humano.

El Estado se levantaba de otra catástrofe, la del 98, con la botadura del acorazado España, primero de los barcos de guerra construidos tras la destrucción de la Marina Española en las guerras de Cuba y Filipinas. Antonio Machado y sus Campos de Castilla radiografiaban a un país que suspendía las sesiones de las Cámaras con motivo de la llegada del Carnaval.

Mientras, Cádiz se prepara para festejar el centenario del triunfo de la Constitución. El himno de Servando Camúñez mece a la cuna del liberalismo: Han pasado cien años, madre mía ¿un siglo y un instante! La epopeya inmortal de tu hidalguía aún no ha habido en la Tierra quien la cante. Aún no ha habido un Homero que inspirado en ubérrimo lirismo dijera en su cantar al mundo entero lo que vale tu inmenso patriotismo!

97 años después, la ciudad se alista para reeditar la celebración. Sin Segismundo Moret, pero sí con otro nonagenario, el Muelle Reina Victoria, inaugurado entonces. Son los protagonistas del recuerdo que se evoca a continuación, en la semana de San José, gracias a la recopilación fotográfica de la familia Márquez Gil de Olarte. «Un descubrimiento fortuito y providencial, a tenor de las fechas en la que nos encontramos», destaca la responsable de escribir los pies de foto de una historia en imágenes que comienza un atardecer del 18 de marzo de 1912...

Sombrero en mano, el presidente del Congreso de los Diputados saluda a sus paisanos en la estación de la Segunda Aguada. El político se dirige al carruaje de la viuda de Moreno Mora, donde le espera Cayetano del Toro. La comitiva parte hacia la Plaza de Isabel II entre los vítores de la muchedumbre congregada. Son días de expectación, sobre todo, de júbilo por la efeméride y la visita del ilustre gaditano. El cariño y la gratitud del pueblo son devueltas por Moret con abrazos y gestos de satisfacción.

«Como consecuencia del movimiento cultural y social por la celebración de tan magno acontecimiento, el hallazgo de manera fortuita y/o providencial de la recopilación fotográfica del Centenario, encontrada en la biblioteca personal de mi padre, me llevó a profundizar en estas cuestiones», subraya Amelia Márquez, propietaria de la colección de fotos y narradora de los sucesos que se vinculan a ella. La redacción de los pies ha sido fruto del estudio de documentos de los fondos de la hemeroteca familiar y de los anuarios de la época. Las instantáneas están firmadas por R. Muñoz y el fotograbado por F. Abarzuza. La colección fue editada por la imprenta de Manuel Álvarez y adquirida con el paso de los años por Antonio Márquez Ávila.

La siguiente imagen traslada al ciudadano del 2009 al centro de Cádiz de 1912. Plaza San Juan de Dios, Alfonso el Sabio, Plaza de la Catedral Santiago, Plaza de Castelar, Sacramento -donde nació Moret-, Columela, Novena y Ancha, hasta llegar por la calle Sagasta a la Plaza de Loreto.

Son las cuatro menos cinco, la Sección de la Guardia Municipal Montada es la encargada de abrir la marcha. La presidencia de la procesión cívica de la conmemoración del Centenario está formada por el ministro de Gracia y Justicia, Diego Arias Miranda, el gobernador civil, Luis López García, el secretario del Congreso José Antonio Miranda, vicepresidente del Congreso, Aura Boronat, y secretarios de la Cámara, Quiroga y Castell, gobernador militar, generales de marina, senadores y diputados, el alcalde y la Corporación baja maza, Moret y Del Toro, además de innumerables autoridades de España, Cádiz y su provincia. El Pendón de la ciudad lo saca del Ayuntamiento el regidor Manuel González Risso.

Delante de él, dos ordenanzas portan sobre bandeja de plata un cojín de terciopelo carmesí galoneado en oro, donde descansa el original de la Constitución que fue utilizada en el juramento de los diputados doceañistas.

Las bandas de música militares tocan la Marcha Real mientras la procesión se adentra en San Antonio. Los Vivas al Rey, la libertad y al pueblo de Cádiz se suceden entre cánticos a Moret. Han pasado cien años, Madre mía. En tu hermoso recinto, en tu Bahía, ya no están las naves, ni los hombres que tu nimbo de gloria iluminaron, reza la oda al centenario. «El desfile militar que estaba anunciado se anuló debido a la masiva afluencia de público», recuerda Amelia Márquez.

No obstante, las banderas de los Cuerpos Militares se despliegan al ritmo que marca la marcha entonada y todos, despojados de su sombreros, se dirigen hacia la plaza de las Cortes por la calle Segismundo Moret. Allí culmina el acto. El primero y central que conmemora el hito.

«Durante mi estudio, comprobé que para los gaditanos de principios del XX, la inauguración del Muelle Victoria fue uno de los acontecimientos más relevantes del Centenario, puesto que llevaría a un mayor progreso a nuestra ciudad», apunta Amelia.

Símbolo de crecimiento

Los vapores están atracados en el Muelle Reina Victoria, a la llegada de Moret y Rivas. Son los de la compañía Pinillos y de la compañía Ybarra, además del Pepita y el Cabo San Martín. «Tenemos puerto, ya los grandes barcos y los palacios flotantes llegarán a Cádiz sin que sus quillas toquen la arena y la roca», exclama abrumado Segismundo Moret.

La responsable de escribir la historia de estas fotografías destaca que uno de los datos hallados más curiosos es «la visión que tanto Moret como el actual Consistorio tenían sobre el muelle, y los medios de comunicación, no sólo en su sentido más estricto, sino como una fuente de oportunidades» para la Bahía, ya que, según cuenta, «el limitado tamaño de nuestra ciudad no nos permite un crecimiento tierra adentro pero nos llena de posibilidades si sabemos aprovecharlo».

«Vamos a trabajar todos, para conseguir las mejoras que Cádiz necesita, yo a pesar de mi edad y mientras tenga un aliento de vida seguiré luchando por la ciudad», continúa el presidente del Congreso en su discurso. Moriría meses más tarde, sin ver cumplido totalmente su sueño.

Pero el puerto tiene que ser la reconstitución de Cádiz, con él se obtendrán más riquezas que cuando se poseía las Américas y competirá con otros europeos, como los de Hamburgo, Amberes y el Havre. En el puerto existen, para el tráfico y otros servicios, unos 20 vaporcitos, 40 balandros y 65 botes de vela que fondean al abrigo de los vientos de Levante y Norte.

Allí, embarcan y desembarcan alimentos como el café, chocolate y tomates, además de tejidos, glucosa, papel, madera, minerales, abonos, cales, cementos, elementos de barro, adoquines, sal, envases, lingotes de hierro, plomo, cereales y vinos.

«Tras años de decaimento, comenzó a resurgir el tráfico de tonelaje y mercancías sobre los movimientos habidos en el año anterior», comenta Amelia Márquez tras consultar el anuario de 1912. «El muelle y los puentes son las puertas, el escaparate para el resto del mundo, permitiéndonos mostrar el carácter y la grandeza del pueblo gaditano. Los dos puentes se nos presentan como los brazos del nuevo monumento de la Constitución, que a la vez nos unen en la diversidad», resalta la pedagoga.

Viernes 22 de marzo. La ciudad se despierta tranquila tras los fastos de las jornadas anteriores. Los trabajadores del muelle se afanan en sus tareas, ajenos a la marabunta que sale a despedir al político gaditano. El andén de la estación se encuentra invadido por sus conciudadanos.

A las once se da la orden de partida y Moret, desde la portezuela, se despide: «Ahora el mal momento, la despedida, paisanos». El timbre de la estación anuncia la marcha, la locomotora da al aire su silbato y el convoy se pone en movimiento pausadamente. Suena el himno mientras Segismundo Moret, embargado por la emoción, vuelve a saludar a todos los que han concelebrado el cumpleaños de La Pepa.

Pintadas mariposas y peregrinas rosas anuncian una nueva primavera. Si quedan del pasado oscuridades, llevad luz, mucha luz a lo profundo. ¿Iluminad» Que iluminando al mundo serán focos de luz las libertades. ¿Cádiz, cuna sagrada del progreso!, retumban entonces y hoy las letras de Servando Camúñez.