EN EL CENTRO. La comunidad está instalada en la calle Benjumeda. / ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Al servicio de todos

Las Hermanas de la Cruz celebran el 25 aniversario de la llegada de la comunidad a Cádiz de la mano del obispo Antonio Dorado

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A mediados del siglo XX, un grupo de la comunidad se desplazó hasta Cádiz desde Sevilla para pedir permiso al Obispado para que las Hermanas de la Cruz tuviesen su sede en Cádiz. Sin embargo, la petición se le denegó.

El tiempo pasó, y en 1984 la madre general María de la Purísima, ahora venerable, se volvió a trasladar a la ciudad para realizar la misma petición. En esta ocasión, el obispo era Antonio Dorado. El prelado vio con buenos ojos la propuesta de que la comunidad se instalara en Cádiz. Pero hacía falta una infraestructura y carecían de ella.

Pero la suerte llamó a la puerta de las religiosas. Las hermanas Fernández, María Luisa, Elena y Avelina eran devotas de Sor Ángela de la Cruz, fundadora de la orden. En el mismo año en que la comunidad pedía estar en Cádiz, murió María Luisa. Ella dejó escrito en su testamento que su herencia fuese destinada a obras de caridad.

Sus hermanas no sabían bien a quién dárselo, pero el padre Mazona, director espiritual de la familia, le propuso dar este dinero a las Hermanas de la Cruz. La propuesta del sacerdote se hizo realidad, y Elena y Avelina donaron el dinero a la fundación que se había organizado para que la comunidad se pudiese implantar en Cádiz.

Con ese dinero se fundó la primera casa, en la calle Vea Murguía, 6. El hogar lo bendijo oficialmente el obispo Antonio Dorado el 14 de septiembre de ese año. Ese día que comenzó la historia de las Hermanas de la Cruz en Cádiz.

A los pobres

Desde entonces, la comunidad inició una actividad que provocó que esta casa se les hiciese pequeñas. Las 6 hermanas que vivían aquí se trasladaron a la calle Zaragoza. El Obispado les ofreció parte de la finca que ocupaban las Hermanas Reparadoras, y que tenían en venta.

De nuevo la madre general regresó a Cádiz y aprobó la adquisición, transformando la finca, no sólo en el hogar de las religiosas, sino en una residencia de ancianos. Entonces atendían 50 familias, y otras 50 niñas recibían clases de confección, mecanografía y labores.

Ahora atienden a cientos de personas que requieren su ayuda. Cada mañana, una pareja de religiosas, vestidas con su hábito, atienden a las mujeres mayores enfermas. Las lavan, las arreglan y les preparan la comidas.

Otras dos monjas visitan la casa de aquellos que necesitan ayuda económica. Les entregan comida y ropa. Y otras dos se dedican a recaudar el dinero de aquellos que colaboran con la comunidad que fundó Sor Ángela de la Cruz, ya santa.

Durante estos 25 años estas religiosas sólo han trabajado por y para los pobres, y los enfermos, «porque somos santas de cortina, que no la levante nadie para que vean lo que hacemos». Sólo echan de menos que la fundadora no sea recordada en Cádiz con una calle o un monumento.

Pero quién sí recordará a la santa será el obispo de Cádiz, Antonio Ceballos. El viernes, a las 19 horas en la parroquia de San Antonio, ofrecerá una conferencia sobre la comunidad.

mhuguet@lavozdigital.es