Sociedad

En estado de malestar

Sus tasas de paro son siempre menores e incluso en época de crisis (excepto casos extremos) resisten mejor. Tienen más prestaciones sociales, han puesto en práctica mucho antes la igualdad laboral y doméstica, el reparto equitativo de tareas, entre ambos sexos. Saben lo que es vivir bien: viajan desde hace generaciones a lugares exóticos (España fue uno de ellos). Tienen más dinero en el bolsillo, hablan varios idiomas, acogen a los refugiados, disfrutan de parajes naturales que protegen porque hace mucho que inventaron la ecología y la sostenibilidad. En fin, que son buen lugar para vivir.

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Si no fuera porque algunos de estos maravillosos países nórdicos (palabra que es como una promesa de bienestar en otras latitudes) tienen las mayores tasas de delitos por mil habitantes de toda la UE, porque el 20% de las mujeres reconoce haber vivido algún episodio de violencia doméstica y el 'bullying' causa estragos (18% en Noruega y Suecia, según diferentes estudios). Un poco más atrás en el tiempo, y aunque se libran mejor que Centroeuropa de la culpa en la Segunda Guerra Mundial y no tuvieron colonias que machacar, pusieron en marcha programas de 'asimilación' de las etnias minoritarias de sus territorios que daban miedo. Casi nada.

La escritora sueca Camilla Läckberg lo tiene claro: «Hay mucha violencia». Asesinatos pasionales que alimentan los periódicos sensacionalistas y los otros; adolescentes apaleados por pandillas al volver de una fiesta; maltrato doméstico; agresiones racistas. Y el asesinato, en 1986 y en plena calle del primer ministro Olof Palme. Parece un hecho lejano, pero en el imaginario de los habitantes de lugares pacíficos sigue siendo un trauma histórico.

Fin de la ilusión

Muchos autores coinciden en que aquel crimen fue un empujón para que los nórdicos comenzaran a no sentirse tan complacidos con su sistema del bienestar. La novela negra ya se cultivaba de antes, siguiendo los pasos de la intriga inglesa, pero fue a finales de los 60, con sus democracias capitalistas pero con garantías para la ciudadanía bien asentadas, cuando empezó a preocuparse por los fallos del sistema, la crisis de la socialdemocracia y de los valores. Fue dos décadas después cuando conoció un relanzamiento que hoy inunda las librerías europeas.

Lejos de los casos de detectives clásicos, aparecieron personajes y tramas más sucias, de bajos fondos, realistas, que se mueven entre lo local (se puede aprender mucho en estos textos del estilo de vida en países por aquí no muy conocidos) y lo globalizado (las tramas reflejan también esa conexión planetaria y multicultural). Una visión crítica con el entorno que se cultiva con pasión en Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, Dinamarca. Describen los problemas de su mundo, que es el del bienestar, desde luego, pero que conserva sus zonas oscuras.

La marea de escritores nórdicos no para, sobre todo los de novela negra. Llegan a las librerías españolas con años de retraso en muchos casos. Lo hacen, además, gracias a las subvenciones que otorgan los gobiernos del norte a las editoriales para traducir a sus autores.

Porque saben que con el castellano se les abre un mercado enorme y la literatura es buena transmisora. Los lectores quieren tramas de detectives y también saber un poco más sobre los paraísos del norte. Mankell y su inspector Wallander son la pareja más conocida y estable, en competencia últimamente con Stieg Larsson y su 'Blomkvist' (de la serie 'Millennium'). Camile Läckberg y Erika Falk ('La princesa de hielo') contribuyen, con nombre de mujer, con ventas millonarias. Mujeres, en este mundillo y traducidas, hay unas cuantas: Ida Jessen con 'Lo primero que me viene a la cabeza', Anne Holt con 'Crepúsculo en Oslo', Karin Fossum con 'Una mujer en tu camino'... Ya en castellano o todavía en lista de espera están los nombres de Christian Jungersen, Jens Martin Eriksen, Hakan Nesser, Arni Thorarinsson, Lars Gustafsson, Anders Leopold.