BAJO CERO. Un operario manipula una válvula en una planta gasista del este de Alemania. / AFP
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Los países del Este asumen las restricciones pero temen que se agrave

Bruselas acuerda, tras una dura negociación con Rusia, enviar una misión que vigile el tránsito del combustible

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«Los rumanos no se asustan; nada les asusta. Quizá sea un problema, pero están tan acostumbrados a vivir en malas condiciones, han sufrido tanto, antes, durante y después del comunismo, que quedarse sin gas sería para ellos, sobre todo para las personas más mayores, una prueba más de que la vida les sigue tratando mal». Quien así se expresa es Laurent Couderc, un periodista francés, corresponsal de varios medios galos, que lleva años viviendo en Rumanía. «Un país que ha vivido más de 40 años de dictadura, que ha pasado hambre y miseria, no se asusta porque los rusos le hayan cortado el gas».

El sociólogo rumano Mircea Kivu comparte esta punto de vista, pero lo matiza diciendo que «las nuevas generaciones viven mejor que sus padres y abuelos, empieza a haber una clase media, y sí que hay cierta preocupación por el conflicto del gas entre rusos y ucranianos».

Rumanía es uno de los países del Este europeo que más se ha visto afectado por el conflicto en torno al suministro de gas ruso a Europa que enfrenta a Moscú con Kiev. Por mucho que el ministro de Economía rumano, Adrian Videanu, haya dicho que el país tiene reservas suficientes de gas, los sectores sociales más vulnerables, como los jubilados, los pequeños agricultores y las familias de renta baja, están preocupados, y las bajas temperaturas que azotan el país incrementan aún más la angustia. El pulso entre Kiev y Rusia por el gas, con sus hondas connotaciones políticas, se mantuvo hasta ayer por la noche en plena tensión, con la Europa comunitaria como pagana de los platos rotos.

El ministro checo de Energía y Comercio, Martin Riman, compareció en rueda de prensa mediada la tarde con el comisario de Energía, Andris Piebalgs, para dar cuenta de los resultados de una jornada de intensas negociaciones celebradas en Bruselas por los principales actores concernidos. No se anduvo por las ramas. Dijo que Gazprom, el gigante ruso de la energía, había rechazado «sin razón» un acuerdo que posibilitaba el despliegue de observadores comunitarios, al que Moscú supedita el restablecimiento del suministro y que exigía desde el inicio. «Estamos decepcionados por esta posición de Rusia. No tiene ninguna razón para rechazar esta propuesta y reanudar los suministros de gas a los socios de la UE», dijo Riman.

Todo parecía destinado a un encontronazo cada vez más serio, pero las negociaciones dieron un giro a última hora de la noche. Entonces, la presidencia checa de la Unión Europea (UE) anunció que llegó a un acuerdo con Rusia para el envío de observadores que controlen el tránsito de gas por Ucrania.

El primer ministro checo, Mirek Topolanek, y su homólogo ruso , Vladimir Putin, «acordaron las condiciones del despliegue de la misión de vigilancia en todos los lugares que son pertinentes para el flujo de gas», indicó la presidencia checa de la UE. «Este despliegue debe conducir a que sea restaurado el suministro ruso de gas a los Estados miembros de la UE», agregaron.

Fracaso de madrugada

Durante la jornada, se habían multiplicado los contactos en busca de una solución. Abrió la tanda el presidente de Gazprom, Alexéi Miller, al entrevistarse con Barroso y Piebalgs. Después de lo hizo su homólogo de la ucraniana Naftogaz, Oleh Dubyna y el viceprimer ministro ucraniano Hruhoriy Nemyria. Después, los responsables de las dos empresas gasistas se reunieron por su cuenta, pero había pocas esperanzas puestas en este encuentro pues otro, celebrado en Moscú de madrugada, había fracasado.

Simultáneamente, en el Parlamento europeo tenía lugar una sesión especial de su comisión de Asuntos Exteriores. En ella, el ex ministro de Exteriores ucraniano, Borys Tarasyouk, manifestó que las exigencias rusas a Ucrania sobre el precio del gas ocultan una determinación política de Moscú por estrangular la economía del país.

Ante este 'impasse', sin que los grandes socios europeos hayan explicitado sus posiciones ante la crisis -buena parte de ellos tienen contratos bilaterales de suministro con Rusia, como es el caso de Alemania, que está construyéndose, además, su propio gasoducto por el Báltico-, cundía la exasperación entre los países más afectados. En la Eurocámara, por ejemplo, los diputados búlgaros reclamaban una investigación independiente para descubrir a los culpables de la situación y tomar medidas. Las autoridades de Sofía decían ayer tarde estar considerando la reapertura de sus centrales nucleares, y otro tanto sucedía en Eslovaquia donde Barroso, de visita vespertina, se declaraba dispuesto a considerar la idea.

En Hungría, por otra parte, los consumos industriales de gas han quedado reducidos a cuatro horas diarias. Heinz Hilbrecht, director general de Energía en la Comisión, terciaba en la disputa afirmando, ya por la mañana, que «las acusaciones de Gazprom no justifican la reducción de los volúmenes introducidos en la red de gasoductos».