SERIEDAD. Solbes, en la mesa de 'The Economist'. / EFE
Economia

Inversión para empleo, educación y acción social, recetas españolas frente a la crisis

Zapatero se confiesa «descreído del proteccionismo» y asegura que estará en las futuras reuniones para reformar las finanzas mundiales

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El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pondrá todo su empeño en que los peores augurios sobre la marcha de la economía en el próximo año no se cumplan. En un discurso realista pronunciado en la tradicional jornada que 'The Economist' organiza cada año como foro de encuentro de los empresarios con el Gobierno y la oposición, el jefe del Ejecutivo desveló las prioridades del nuevo plan español de activación económica: la inversión generadora de empleo, la educación y una acción social que sirva de refuerzo al Estado del bienestar. Los detalles los explicará mañana en el Parlamento, después de que Bruselas exponga hoy el proyecto común.

En educación, España necesita superar la distancia que le separa del objetivo de la Unión Europea, donde el 85% de los jóvenes proseguirán su formación más allá de los 16 años en 2010. Estamos quince puntos por debajo de ese nivel, reconoció ayer el presidente. Movilizar inversiones en infraestructuras, la reforma de los servicios y la mejora de la protección social ayudarán también a la economía española a superar estos momentos de recesión generalizada. «Tenemos una tasa de actividad, de personas dispuestas a trabajar, que constituyen una de nuestras fortalezas», aseveró.

«Soy un descreído del proteccionismo», proclamó, en todo caso, Rodríguez Zapatero desde su filiación política socialdemócrata. Sorprendido de que «líderes y gobiernos conservadores» se hayan decantado en estos tiempos de crisis por un impulso intervencionista, el presidente del Gobierno se declaró dispuesto a defender los logros que la apertura económica han representado para España.

El presidente defendió la presencia del país en los foros que, tras la cumbre del G20, trabajen en el diseño del nuevo orden económico y financiero internacional. Pidió, no obstante, disculpas por no desvelar la estrategia que hará posible esa futura asistencia, que consideró esencial para la confianza de los agentes económicos. «Será una forma de desterrar para siempre las dudas que, desde hace dos siglos, vuelven al debate nacional sobre lo que somos y representamos en el mundo», dijo.

Los empresarios pidieron al jefe del Ejecutivo que incida en la política de rentas, actuaciones para conseguir una energía barata, la defensa de la unidad de mercado, apoyo a la internacionalización y la incorporación de las autonomías a los planes inversores. Rodríguez Zapatero trasladó los planteamientos sobre flexibilidad laboral a la mesa del diálogo social -«los interlocutores han demostrado su capacidad de contribuir a la paz y la gobernabilidad del país»- y concretó que las energías renovables, las infraestructuras y la supresión de barreras al desarrollo de los servicios serán protagonistas de la transición al nuevo modelo económico.

Rodríguez Zapatero coincidió con los empresarios que participaron en el posterior coloquio en que la economía española «no lo basa todo en la inversión residencial» porque el puro ladrillo representa el 8%, pero en el peso de las grandes constructoras nacionales hay un fuerte componente tecnológico y una brillante ingeniería, con prestigio acreditado. España, argumentó, puede exhibir compañías líderes mundiales en los servicios financieros, las telecomunicaciones y la biotecnología.

Ausencia de reformas

Ante el mismo auditorio, el presidente del PP, Mariano Rajoy, pintó un horizonte económico más pesimista, que achacó a la falta de «reformas estructurales» más que al desplome de las finanzas mundiales. Afirmó que el Gobierno está «superado» por la situación y, a la espera de dejar atrás las dificultades financieras, combate los reveses con «medidas coyunturales» como «los 400 euros» o la reforma que permitirá retrasar dos años el pago de la mitad del principal de sus hipotecas.

Frente a esos «cuatro parches», el líder popular propuso «coger el toro por los cuernos» e impulsar reformas de mayor calado, entre ellas una reducción del gasto público y una bajada de los impuestos a las pymes y a las familias hipotecadas. Rajoy recalcó que en España «rebajar impuestos tiene un efecto estimulador de la economía superior al del aumento del gasto público». En ese sentido, reivindicó la política que impulsó el PP tras llegar al gobierno en 1996. «Con un déficit de más del 6% se bajaron los impuestos, se hicieron unos presupuestos austeros y vino lo que vino después», destacó.