LO QUE YO LE DIGA

El índice de la felicidad

Ni usted ni yo sabíamos que existe un país que se llama Vanuatu -yo al menos, no-. Pues resulta que sí. Ahí está, en mitad del Pacífico Sur, a algo menos de 2.000 kilómetros al noreste de Australia. Tan ricamente. Y nosotros sin enterarnos. No es que tenga una decisiva influencia en nuestro devenir diario, pero lo que le voy a decir sobre este simpático archipiélago va a hacer que se le atraganten las papas aliñás -no pida usted pescado hoy, que es lunes- del aperitivo. Los vanuatos -no he conseguido dilucidar el gentilicio de los nativos de estas islas, así que me veo obligado a ser creativo- son las gentes más felices de este planeta y, de camino, del universo mundo conocido.

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Sin choco, sin cazón, sin manzanilla, sin jamón, sin carnaval, sin barbacoas del Carranza, sin tortillas de camarones, sin puente que se le levante justo antes de pasar, sin carreteras cortadas por conflictos laborales, sin promesas de reindustrialización, sin 350 parados diarios (incluyendo despidos en las fiestas de guardar), sin un equipo autóctono que sea líder de una tercera división camuflada de segunda bis, sin playa de la Victoria y, lo más increíble, sin bicentenario en el Doce. Y los tíos tan felices, por la jeta. Todo esto lo dice el índice del planeta feliz, que viene a ser un Ibex 35 del bienestar social y el desarrollo sostenible del país en cuestión. Y a los vanuatos parece que no les hace falta nada de lo que usted considera imprescindible para ser medianamente feliz. Los resultados de España tampoco son muy halagüeños. Ya no es diferente, está un pelín por encima de la mitad de la tabla, tanto a nivel mundial, como europeo. En la web de este invento (www.happyplanetindex.org) puede usted hacerse una idea de cuán miserable es su vida mediante un sencillo test. Es en inglés y tiene de fiable lo que José Feliciano con una metralleta, así que no se haga ilusiones; a uno que usted conoce le sitúan a un nivel de felicidad similar al de Gabón, Azerbaiyán y Libia. Una gracia, vamos.