BURLA. Miembros de la ONG Intermon portan caretas de los principales líderes mundiales, ayer, en la Casa Blanca. / AFP
Economia

Los líderes mundiales estudian reforzar el control del FMI sobre el sistema financiero

El G20 quiere potenciar su poder para evitar nuevas crisis mientras Bush presiona en favor de un compromiso con el libre mercado

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Veintidós países, veintidós agendas. No faltan diferencias entre el anfitrión estadounidense y sus invitados a la cumbre financiera del G20, pero si una propuesta se perfilaba ayer como propicia para el consenso era la del ministro británico Gordon Brown, que sugiere fortalecer al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que evite una repetición de la actual crisis.

La mayor parte de los participantes coincide en la necesidad de que exista una supervisión internacional de los mercados que detecte los abusos y las burbujas que desembocaron en la actual crisis crediticia antes de que llegue a niveles críticos. Pero si bien el presidente francés, Nicolas Sarkozy, desea la creación de un nuevo organismo internacional que emita decretos sobre cómo debe regular cada país su sistema financiero, ese tipo de intervencionismo global queda muy lejos de los actuales gustos de EE UU. «Los franceses pueden estar presionando en la agenda un único regulador global, pero prácticamente nadie más», dijo una fuente canadiense al diario The Washington Post. Por eso desata menos recelos dotar de nuevos instrumentos y atribuciones a un organismo ya existente.

Si bien este organismo fue creado tras la segunda Guerra Mundial con los acuerdos de Breton Woods para garantizar la estabilidad monetaria, en las últimas décadas se ha consolidado más como un prestamista para países en apuros. Papel que también desea fortalecer Japón, cuyo primer ministro, Taro Aso, llega con cien millones de dólares de contribución a las arcas del FMI en un gesto que espera sea imitado por el resto de los participantes. La búsqueda de un supervisor global ha contemplado también sacar brillo a un organismo poco conocido con sede en Suiza llamado Foro de Estabilidad Financiera, que se creó a raíz de la crisis asiática de los 90. Bajo su auspicio se reúnen periódicamente los ministros de finanzas y los directores de los bancos centrales de los principales países.

Por el momento este organismo carece de personal y presupuesto para la tarea que se le querría encomendar, además de que se le ve como un club de naciones ricas en el que no participan gigantes emergentes como China y Brasil. Como mínimo serviría de inspiración para la creación del «colegio de supervisores», un foro financiero donde los reguladores internacionales de los 30 países principales del mundo podrían reunirse para comparar notas sobre liquidez y riesgos, realizar análisis conjuntos y coordinar las regulaciones que emitirían las instituciones financieras de sus respectivos países.

Otros quieren incluir en esa reforma a la arquitectura financiera internacional mecanismos de alerta que detecten debilidades en el sistema financiero o inversiones de alto riesgo como los famosos bonos de las hipotecas basura que hundieron a la banca de inversión.

Algunos países, como Alemania, vienen con la idea de «hacer todo lo que sea necesario para asegurar que haya más regulaciones que nos impidan enfrentar esta situación de nuevo». A la vez, el presidente George W. Bush lanzaba un firme alegato en defensa del capitalismo y el libre mercado que desea ver suscrito por todos los invitados en la declaración final. «La historia nos ha demostrado que la mayor amenaza para la prosperidad económica no es la falta de intromisión de los gobiernos en el libre mercado, sino cuando es demasiada», advirtió en Nueva York. «Nuestro objetivo no debe ser más gobierno sino gobiernos más inteligentes».

En realidad no se espera más que trazos muy gruesos y una agenda de reuniones que emplace a otro encuentro en los próximos cien días, cuando el nuevo presidente electo de EE UU otorgue cuerpo a las declaraciones. Bush, en su papel de 'pato cojo', recibió anoche a todos los jefes de Estado para una cena de cortesía en la Casa Blanca antes de que empiecen hoy las cinco horas de reuniones en las que plasmarán las bases para esta adaptación del capitalismo a las necesidades del siglo XXI.