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Salud, dinero y amor

Convendrán ustedes conmigo, queridos lectores, que el triángulo de la felicidad lo conforman la salud, el dinero y el amor. El justo y adecuado equilibrio entre estos tres aspectos tan importantes de la vida, será el que haga de nosotros personas potencialmente felices. Esa felicidad a la que, según la Constitución de los Estados Unidos, tienen derecho todos sus ciudadanos.

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La salud es sin duda el más importante de los tres, ya que una persona sin salud es incapaz de hacer nada que no vaya en la dirección de poderse curar cuanto antes. Yo siempre que brindo, y este mes pasado supongo y espero que al igual que ustedes he brindado en muchas ocasiones, siempre que he levantado mi copa lo he hecho por la salud y he agregado: «porque una persona con salud es capaz de hacer cualquier cosa: buena o mala».

Por desgracia, sin salud no se puede hacer nada: ni bueno ni malo. Ni se puede trabajar ni hay lugar para el ocio ni se pueden hacer carreras de coches por las avenidas y provocarles la muerte a la gente que tan tranquila va por la calle. Quienes tienen aficiones tóxicas, nocivas y peligrosas deberían ser más respetuosos con quienes desean llevar una vida sana.

El dinero es otro de los pilares del triángulo y generalmente va asociado al empleo. Dependiendo de nuestro empleo y de nuestra responsabilidad, así seremos remunerados. Lo ideal sería que independientemente de cuál fuere nuestro empleo nadie tuviera problemas para llegar a fin de mes y, por supuestísimo, que todos los españoles tal como dice nuestra Constitución, tuviera un trabajo digno con el que pudiera pagar la hipoteca de una vivienda igualmente digna. Es importante que los productos de primera necesidad no suban más que los sueldos para que no se rompa ese equilibrio tan importante como es la felicidad. Es necesario que el dinero entre por la puerta para que el amor no se vaya por la ventana.

Y por último el amor, ese gran motor que hace que el mundo rote y se traslade alrededor del sol. El amor, que es capaz de minimizar cualquier falta, incluida la salud y el dinero. El amor, ese estado de catarsis que a los humanos carajotiza y los hace andar sin pisar el suelo. El amor al que todo el mundo tiene derecho, con independencia de sexo, color y religión. Por todo lo dicho y con mis mejores deseos les ruego que sean ustedes felices. También a Nicolas Sarkozi.

Francisco Rodríguez Apolo. Cádiz