Opinion

Presidente con límites

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El anuncio por el equipo de Barack Obama de que recurrirá a las 'executive orders' para aplicar su política en cuanto se instale en el Despacho Oval ha podido llevar a pensar que el nuevo presidente de EE UU tiene la intención de 'gobernar por decreto', que es a lo que más se parecería el instrumento citado. Pero más allá de la resonancia autoritaria que pudiera achacársele, se trata de un recurso no sólo legal y por completo amparado en el artículo 2 de la Constitución, sino que ha sido utilizado por todos los presidentes. De hecho, Bush ha firmado unos 350 decretos semejantes -tres el pasado octubre-, los cuales no siempre han tenido que ver con materias como la seguridad nacional o la Inteligencia (para lo que hay, además, otra herramienta, las 'directivas' a menudo secretas). Con todo, el presidente Obama podrá recurrir sólo selectivamente al decreto, lo que significa que no podrá cambiar de un día para otro de política económica.

De entrada, su promesa de rebaja de impuestos para las clases medias deberá insertarse en el plan de rescate aprobado en el Capitolio. Sí estará en condiciones, en cambio, de preparar el próximo presupuesto con cifras y énfasis distintos en un intento, prometido también, de aminorar el gran déficit fiscal (unos 600.000 millones de dólares, cifra que leída como porcentaje del PIB asusta algo menos). El equipo económico que dirigirá el nuevo secretario del Tesoro pendiente de designación (¿Larry Summers, Robert Rubin, Tim Geither?) trabaja ya en ello.

El presidente en ejercicio es George W. Bush y él mismo lo recordó en su alocución radiada el sábado pasado. Pero la sólida tradición de lealtad en el proceso de transición hace casi imposible que adopte ahora decisiones controvertidas llamadas a ser revocadas por su sucesor apenas entre en la Casa Blanca. Hay una suerte de saludable complicidad institucional nacida de la madurez política y el control social. Con este marco, el nuevo presidente deberá atenuar a la fuerza alguno de sus deseos e impulsos, por lo que no es imposible que una parte de su base electoral vea lentitudes en el cambio. Pero así son las cosas, hijas de una saludable mezcla de la Ley, la costumbre de los 43 relevos en la presidencia y el escrutinio público.