ASÍ LE VEN EN SU PARTIDO

Aznar, el último mohicano

El presidente de la FAES, aunque esté fascinado por Obama, sigue a años luz de sus planteamientos ideológicos y está más cerca de los que sostienen sus contrincantes

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La obamanía contagia a España. Los neocons están en claro retroceso y el nuevo presidente electo norteamericano es envidiado por todos los políticos españoles, incluido José María Aznar. El ex presidente del Gobierno está encandilado por la capacidad de liderazgo del candidato demócrata, la perfección de su campaña, la solidez de su equipo, su presencia, la coherencia del discurso y su enorme capacidad para ilusionar a la gente en la defensa de unos valores que encarnan el sueño americano. Así se lo explicó a los presidentes de Nuevas Generaciones del PP con los que se reunió la semana pasada. Los cachorros populares se quedaron estupefactos. Siempre habían pensado que Aznar era uña y carne con Bush.

Aunque esté fascinado por la personalidad de Barack Obama, el presidente de la FAES sigue a años luz de los planteamientos ideológicos del norteamericano y mucho más cerca de los que sostienen sus contrincantes. Tras la derrota electoral de su alter ego americano, el todavía presidente George W. Bush, Aznar se perfila como el último mohicano de la ideología. Aunque haya otros dirigentes que en el mundo coincidan con sus planteamientos nadie como él indigna a los españoles amigos de lo políticamente correcto, a quienes tanto le gusta hostigar al ex presidente del Gobierno.

Cada vez que Aznar se acerca a los micrófonos, normalmente para presentar un libro de su colección Gota a gota, sabe que tiene el éxito asegurado. Los medios le prestan la mayor atención y sus palabras, a menudo provocativas, son pasto de debates públicos y privados. Suele escandalizar en cada una de sus intervenciones públicas en España y casi nunca cuando lo hace en el extranjero. En el PP hay explicaciones para todos los gustos a un fenómeno que a ninguno de sus correligionarios deja indiferente: «reivindica su legado»; «lo hace porque no tiene quién le defienda en su partido»; «está resentido y traumatizado por su abrupta salida del Gobierno y ahora se está vengando»; «se siente libre, no tiene compromisos ni está atado por nada ni por nadie»; «ha cambiado y evolucionado mucho»; «se ha convertido en una bestia negra y despierta una hostilidad social que no tiene Felipe González»; «todos salen así de La Moncloa y no hay uno que se salve»... No son las únicas pero sí las más repetidas interpretaciones que hacen sus compañeros de partido, tanto quienes todavía frecuentan su amistad como los que mantienen un prudente desapego e incluso aquéllos que se consideran completamente ajenos y tienen a gala pertenecer a otra generación del PP.

Hasta sus ex ministros y colaboradores en el Gobierno que siguen acudiendo a cenar a su casa de Montealina asumen su transformación en el ámbito político aunque aseguren que «sigue siendo el de siempre» en sus comportamientos privados. No son muchos los dirigentes que mantienen un contacto frecuente con el ex presidente, los que continúan acudiendo a sus conferencias y charlan con él a menudo. Los que frecuentan las convocatorias de la FAES apenas son un puñado, entre los que suelen estar Acebes, Zaplana, Pizarro, Jaime Mayor y Esperanza Aguirre.

La lejanía con el nuevo equipo dirigente del PP es manifiesta y ninguno de los actuales colaboradores de Mariano Rajoy conserva una estrecha relación con el presidente de honor. Los más jóvenes apenas le han tratado y ni siquiera le conocen en la corta distancia, mientras que Javier Arenas, Pío García Escudero o el propio Rajoy se mantienen a una prudente distancia de respeto de quien lo fue todo en el partido. La incomunicación entre los presidentes de la FAES y el PP es el resultado de la autonomía que impuso el sucesor desde que perdió las elecciones y gobierna el timón del partido sin consultar ni dejarse aconsejar por su mentor.

Existe, además, un terreno intermedio, en el que se mueve la oposición a la actual dirección, integrada por los llamados gabineteros de Aznar, que son críticos con la política de oposición pero mantienen interrumpidas las relaciones con el ex presidente del Gobierno. Carlos Aragonés y Gabriel Elorriaga son los más destacados exponentes de este grupo que discrepó de Aznar tras la derrota de 2004 y también de Rajoy con ocasión del congreso de Valencia, el pasado verano.

Derechización

Ninguno de estos sectores populares niega la derechización de los planteamientos políticos del presidente de la FAES, a juzgar por sus actuales intervenciones públicas sobre política exterior, economía, relaciones con el nacionalismo, cambio climático o energía nuclear.

No es de extrañar porque Aznar hizo el viaje inverso entre los años 80 y 90. Fue artífice y defensor de un discurso que moderó las posiciones más conservadoras de la derecha tradicional, le hizo tragar a su partido la amarga medicina de las leyes del aborto y el divorcio contra las que tanto habían combatido, elaboró exigentes códigos éticos que primaban la austeridad y acompasó la modernización del PP a las necesidades electorales del centro derecha. Fue así cómo llegó al poder en 1996.

Sus allegados aseguran que no le molestan las críticas en el ámbito nacional, más bien al contrario, parece disfrutar. «Pasa de las broncas que se montan aquí porque está encantado con las relaciones internacionales que tiene», añade otra de las personas que frecuenta su amistad. Dicen en su entorno que no sufrió con los rumores que le atribuyeron un romance con la atractiva ministra francesa de Justicia sino que, antes al contrario, se pavoneaba orgulloso de su fama de conquistador. Lleva sus negocios a través de la firma Famaztella S. L.; es consejero de los fondos de inversiones Falk y Centaurus Capital, sin olvidar tampoco el trabajo retribuido que hace para la empresa del magnate de la comunicación Rupert Murdoch. Precisamente Londres, donde tiene su despacho como consejero de News Corporation, es uno de sus destinos frecuentes porque es allí donde residen su hija Ana, su yerno, Alejandro Agag, y sus tres nietos.

La dedicación a su familia es otra de las pasiones del ex presidente, aunque siempre que está en Madrid acude a pasar revista a la fundación que preside. Suele llegar sobre las once de la mañana a su despacho -plagado de fotos de los nietos- pero se queda todo el tiempo necesario para vigilar de cerca el trabajo de sus colaboradores que le han seguido desde La Moncloa: Javier Zarzalejos, Jaime García Legaz y Alberto Carnero.