INCÓGNITA. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, charla con Zapatero durante la cumbre bilateral del 10 de octubre. / REUTERS
ESPAÑA

Zapatero quema en Bruselas su último cartucho para estar en Washington

El Gobierno confía en que saldrá de la reunión de la UE con silla asegurada en la cita internacional

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José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta hoy a la reunión determinante para decidir su presencia en la cumbre del G-20 que abordará en Washington la reforma del sistema financiero. El presidente del Gobierno, que ha volcado en esta cuestión todo el empeño diplomático a su alcance, confía en salir con un «sí» del encuentro de líderes europeos convocado por Nicolas Sarkozy en Bruselas. El objeto de este Consejo informal es otro; se trata de acordar una postura común de la UE para su defensa en la conferencia internacional del próximo sábado. Pero para España es mucho más.

El Ejecutivo español lleva más de quince días trabajando a destajo con el objetivo de granjearse un sitio en la cumbre, pero aún no ha conseguido atar nada. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, admitió apenas 24 horas antes de que Zapatero se desplazara a Bruselas que aún se siguen haciendo gestiones, pero no hay un dato objetivo que justifique el optimismo que derrochan, desde el presidente del Gobierno hasta la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega.

En el camino han surgido además varios escollos. España ha dejado de ser el único país europeo sin representación en el G-20 que ha manifestado su anhelo de participar en el debate; Holanda y Polonia también quieren hacerlo. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el Elíseo han dejado caer que las invitaciones dependen del anfitrión, Estados Unidos, con quien ya se ha tirado la toalla. Y los países asiáticos del directorio -Japón, Arabia Saudí, Corea del Sur, India, China, Indonesia- recelan de la inclusión de más países europeos porque creen que Europa ya tiene un exceso de representación: Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y la UE (la presidencia del turno, que es francesa, y el Banco Central Europeo).

Aún así, las expectativas gubernamentales siguen siendo elevadas. La fórmula en la que al final podría encontrarse cabida en Washington es incierta. Según fuentes de La Moncloa, «es un asunto que está negociando muy personalmente el presidente del Gobierno». Lo que se da casi por seguro es que si el jefe del Ejecutivo abandona Bruselas sin una silla en la conferencia, no habrá ya mucho que hacer. «No olvidemos que esta es sólo una primera reunión, se curan en salud las citadas fuentes; lo que se pretende es diseñar una hoja de ruta en un plazo de dos o tres meses en las que también puede estar España».

Lo cierto es que, a lo largo de estos días, Zapatero ha jugado en una liga muy distinta a la de Sarkozy, el primer ministro británico, Gordon Brown, y la canciller alemana, Angela Merkel. España ha presentado una propuesta de reforma de los mecanismos de supervisión del sistema financiero que Barroso calificó esta misma semana de «muy interesante», pero ni el jefe del Ejecutivo la ha convertido en una apuesta personal, como hicieron ellos, ni la ha discutido con sus homólogos. Brown se entrevistó el martes pasado con Sarkozy en París y, dos días después, recibió a Merkel en Londres justamente para hablar de reformas.

Los países europeos, y también España, coinciden en que no es necesario crear un nuevo organismo regulador sino que habría que potenciar, dar un nuevo mandato y «reforzar la legitimidad» del FMI, cuyo director gerente, Dominique Strauss-Kahn, ha sido invitado por George Bush a la cumbre. En el documento preparatorio de la reunión de Bruselas enviado por la presidencia francesa se habla de esta cuestión y de la reforma de varias instituciones. Es una postura que no necesariamente gustará a Estados Unidos, que siempre ha asumido que el FMI existe para tratar los problemas de los países emergentes y de quien se teme que ponga pegas a que, copilotado por China e India, controle sus prácticas.