EL COMENTARIO

Asha

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Yo no puedo escribir hoy de otra cosa salvo de Asha Ibrahim Dhuhulow, la mujer adúltera lapidada en Somalia que ni era una mujer ni era adúltera. Entre los fantasmas que rondarán mi memoria mientras tenga memoria estará el de esta adolescente de trece años que sólo quería llegar a casa de su abuela en Mogadiscio. Era epiléptica. En Mogadiscio recibiría una atención médica adecuada. Pero la interminable guerra somalí la atrapó en Kismayo. Se le acabó el dinero. Luego, tres hombres del clan más poderoso de la ciudad la violaron, y el 27 de octubre de este año maldito de 2008, con la complicidad de un tribunal islámico, la mataron. Asha fue el cordero, la víctima sacrificial (doble víctima) con cuya sangre quisieron ocultar el abuso y lavar su propia abyección los culpables del abuso y la abyección. Pero todo se sabe. Todo está claro. Dolorosamente claro.

La historia vuela por internet. Si es inaceptable y monstruoso que se lapide a nadie, la historia de Asha es una cala demasiado profunda y acerba en la ciénaga moral que devora inocentes cada día. Es la historia ejemplar en la que se mata de forma atroz al ofendido para proteger a los ofensores; la historia en la que vemos al poder sirviendo con descaro a sus elegidos y en la que toda justicia es aniquilada bajo el poder miserable y opresor de la fuerza bruta apoyada por unos tribunales siniestros. Entre la multitud que asistía al horror hubo quienes trataron de salvar a Asha y los milicianos integristas abrieron fuego: al crimen previsto se le añadió otro niño asesinado, que fue la coda desesperanzadora de este relato terrible y desesperanzador. Todo se hizo muy deprisa para que el escándalo del mundo no pudiera rescatar a Asha, que era pobre, pertenecía a un clan sin poder, vivía lejos de sus padres. Sus verdugos aprovecharon toda su indefensión con una crueldad, una mezquindad y una saña verdaderamente esclarecedoras. El último peldaño de la opresión, la piedra sobre la tumba de los oprimidos, se labra con el relato de los hechos donde se convierte en culpable a la víctima.

Pero hoy día el poder ya no tiene el monopolio de la palabra. Hay muchos focos de poder y una gran red global para la palabra. La historia de Asha vuela por el mundo. Sólo nos falta conocer el nombre de sus asesinos (el nombre del clan más poderoso de Kismayo). Las milicias de Al-Shabab son bien conocidas. Tienen poder. Un poder inicuo. Pero todos sabemos lo que son, todos sabemos lo que han hecho.