Sociedad

Las canciones perdidas de Nina Simone

Se publica una caja recopilatoria con 18 grabaciones inéditas de la mítica cantante de jazz y blues

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El pasado día 9 se cumplieron 30 años de la muerte de Jacques Brel. Son innumerables los artistas de distinto pelaje que en alguna ocasión han echado mano del cancionero del belga: Frank Sinatra, David Bowie, Joan Manuel Serrat, Scott Walker, Paco Ibáñez y Loquillo, por nombrar sólo algunos. Nina Simone (1933-2003) también se enamoró de las composiciones del belga, y su voz quebrada aportó una dosis extra de dramatismo (si es que eso es posible) a la balada Ne me quitte pas. Su versión de Brel es una de las 51 canciones que se incluyen en la caja recopilatoria To Be Free: The Nina Simone Story (Legacy Recordings), que saldrá a la venta el próximo día 27.

En el coqueto box set encontramos un doble cedé con temas clásicos, fotos nunca vistas de los archivos familiares, un estupendo libreto escrito por su biógrafo, David Nathan, y un DVD con un documental biográfico y actuaciones en directo. Pero el verdadero tesoro del cofre son ocho grabaciones inéditas pertenecientes al periodo 1963-1973, rescatadas de los archivos de las discográficas RCA y Colpix. Entre ellas, apropiaciones de Leonard Cohen (Suzanne) y Richie Havens (No Oportunity Necessary, No Experience Needed), composiciones propias (Tanywey) y tomas alternativas de temas ya conocidos.

A este lanzamiento se suman las intenciones de la productora Paramount de llevar la vida de la cantante a la gran pantalla. Un biopic interpretado por la diva del r´n´b Mary J. Blige que, según apuntan, se centrará en la relación sentimental que mantuvo con su manager, Clifton Henderson. Si el proyecto cristaliza y llega a los cines, es probable que durante una temporada el nombre de Nina Simone se haga tan popular como el de Ray Charles y Johnny Cash, recientes cadáveres exhumados por Hollywood. Entonces el grandes éxitos de turno lucirá en el escaparate de las tiendas, lo que les ahorrará a algunos el peregrinaje por las secciones de Jazz, Blues y Soul. Porque en cualquiera de estas cubetas puedes encontrarte con alguna reedición de un clásico de esta artista inclasificable. «Jazz es un término blanco para definir la música negra. Lo que yo hago es música negra», dijo en una ocasión.

Mujer, negra y pobre

Su verdadero nombre era Eunice Waymon y con apenas tres años ya destacaba con el piano. Niña prodigio, también fue precoz para comprender lo que significaba ser negra, mujer y pobre en un estado segregacionista como Carolina del Norte. Tenía diez años cuando, en uno de sus primeros recitales, tuvo que soportar, cómo su familia era invitada a abandonar los asientos de la primera fila para dejar sitio a unos blancos. En su biografía I Put A Spell On You (1991) confiesa que en aquel episodio traumático se encuentra el origen de su manifiesto compromiso contra las desigualdades raciales. Luego llegarían otros, como la vez que le denegaron la matrícula en el Instituto de Música Curtis de Filadelfia por su color de piel.

En 1954 comienza a tocar el piano en clubes de Atlantic City, con la única intención de aportar unos dólares a la famélica economía familiar. Adopta el nombre artístico de Nina Simone, en homenaje a su adorada Simone Signoret. «¿Por qué no cantas mientras tocas?», le pregunta una noche el dueño de un garito. Los asistentes descubren una voz maleable, frágil unas veces, cruda otras, seductora cuando la ocasión lo merece. Una voz que marca las sílabas y deja espacio para el silencio. Con el piano hace lo mismo. Concibe el silencio como un elemento primordial. Y cuando suenan las teclas, minimizando el acompañamiento, su educación musical clásica se impregna de la improvisación del jazz y las modulaciones del blues.

Las actuaciones nocturnas funcionan como escaparate y en 1958 consigue un contrato de grabación con el sello Bethlehem. Su adaptación del tema I Love You, Porgy, de la ópera Porgy and Bess, de George e Ira Berlin, se convierte en un éxito -el primero y el mayor de su vida; nunca volvería a vender tantos discos-, lo que le permite cambiar las propinas y el humo de los pequeños clubes por los billetes con muchos ceros y las luces del Garnegie Hall. Influida por el jazz de Duke Ellington y Billie Holiday (su versión de 'Strange Fruit' es sencillamente desgarradora; vivir para cantarlo), desde sus comienzos hizo gala de un gusto heterodoxo que se nutría con naturalidad de otros géneros: blues, gospel, folk, música clásica, cánticos africanos, pop... Y a lo largo de su carrera no dudó en tomar prestados éxitos de artistas coetáneos como Bob Dylan, The Beatles, The Byrds y Bee Gees para llevárselos a su terreno.

Exilio voluntario

Joven, dotado y negro. Maldito Mississippi. Cuatro mujeres. Negro es el color del pelo de mi amor verdadero. Revolución. Ojalá supiera lo que se siente al ser libre. No son pintadas callejeras. Son los títulos de algunas de las canciones que se incluyen en la caja recopilatoria To Be Free: The Nina Simone Story. Militó en los Black Panthers y fue fervorosa seguidora de Martin Luther King. El asesinato del líder afroamericano fue el desencadenante de su exilio voluntario. «La esclavitud todavía no ha sido abolida de la mente de los estadounidenses», declaró poco antes de morir. Harta de su tierra natal, en 1969 hizo el petate y viajó por Liberia, Suiza, Reino Unido, Trinidad, Holanda y Bélgica, hasta que se instaló definitivamente en el sur de Francia, donde murió en 2003 tras una larga enfermedad.

Jeff Buckley, Aretha Franklin, Anthony & The Johnsons, Peter Gabriel, Sade, Beth Gibbons (Portishead), Lauren Hill y Elizabeth Frazer (Cocteau Twins) son algunos de los cantantes que tienen en su altar particular a La suma sacerdotisa del soul, como tituló uno de sus mejores discos, de 1966. «Dilo alto. ¿Soy negro y estoy orgulloso!», cantaba James Brown. Un grito de guerra que hubiera firmado esta mujer perfeccionista y testadura, arrestada en 1978 por negarse a pagar impuestos en Estados Unidos entre 1971 y 1973 como protesta a la guerra de Vietnam. Luchadora y, por lo visto, también un pelín visionaria. En una entrevista contaba que, una vez, coincidió en un vuelo con un pequeño cantante de pelo afro que comenzaba a despuntar junto a sus hermanos. Se llamaba Michael Jackson. Nina Simone se acercó al chaval y le susurró: «No dejes que los demás te cambien. Eres negro y eres hermoso».