EL COMENTARIO

Cenizos con diploma

Con el monotemita de la crisis todo el mundo se ha vuelto aquí economista y te da lecciones sobre lo que debe hacer el Gobierno, sobre lo que deben hacer todos los gobiernos del mundo y sobre lo que no han hecho. Todo el mundo aprende a poner cara de economista y voz de economista para decirte cosas tan originales como que «esto sólo acaba de empezar». No. No es que uno trate de quitarle importancia a lo que la tiene. No es que uno se niegue por principio y rotundamente a creer en la crisis. No es que uno no esté dispuesto a temblar de miedo y mearse en los pantalones con la crisis si es preciso y si el guión lo exige. A lo que uno no está dispuesto ni por el forro es a creer en los conocimientos o criterios económicos del churrero ni del dentista. Si hay crisis y si hay que estar muy tristes y muy llorosos será por eso, porque la hay de verdad, porque la sufrimos y coinciden en diagnosticarla los economistas, no los maletillas espontáneos de la economía ni los eternos aficionados a dar malas noticias alegremente. Hay por ahí mucha peña que se aprovecha del prestigio inherente que tienen los malos augurios y que chupa cámara en las conversaciones pronosticando el Diluvio Universal en pretendidos términos económicos. Uno va a cortarse el pelo y el peluquero le mira fijamente con las tijeras en la mano para vaticinarle que este jueves sin falta va a caer la Bolsa a treinta grados bajo cero y va a subir el euríbor hasta perforar toda la capa de ozono y rematar «de una puta vez» la hecatombe del cambio climático. El buen hombre se apunta con una alegría digna de mejor causa a todas las catrástrofes que nos pueden caer encima, pero las acaba confundiendo y mezclando de un modo caótico. De poner cara de tener almacenados en el coco todos los datos secretos del Banco Central pasa en décimas de segundo a transformarse en el propio Al Gore y a relacionar la economía con la climatología y con la violencia de género.

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Yo no digo que no haya verdaderos motivos para estar tristes, tristísimos, pero creo que a partir de ahora a todo el que me venga intentando convencer de ello con el argumento de la crisis le voy a empezar a exigir un certificado de estudios en Sarriko, en la Comercial de Deusto o en la Complutense. A mí si alguien me quiere amargar que sea con diploma oficial de cenizo. Ya no acepto más apocalipsis de aficionados. Tengo un amigo poeta que también habla mucho de la crisis porque le pagan en una tertulia por eso. Lo hace bien, no lo niego, pero yo sé que es tan de letras que se le olvidó sumar hace años.