ESPACIOS. Un momento de la representación de la obra en el Falla. / MIGUEL GÓMEZ
ANÁLISIS

Arlequín forzado

Aunque la fama de Carlo Goldoni es producto de las más de cien comedias que escribió, fue más bien en el género trágico en dónde tuvo que abrirse camino dadas las circunstancias que otorgaban prestigio a los dramaturgos de su época. La trama del texto original titulado Arlequín, servidor de dos amos, es ante todo una concatenación de escenas jocosas, burlescas, plagadas de enredos y de picardía en las que el protagonista, un criado simpático y audaz, sirve a dos patrones simultáneamente con las previsibles consecuencias de dicho enredo. La propuesta de Animalario intenta ir más allá en la búsqueda de un compendio de temáticas que a mi parecer no tienen cabida en la obra del italiano.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los planteamientos que hace Alberto San Juan desde la adaptación se transforman en proclamas y ramalazos panfletarios que son obsoletos en cierta medida. La obra intenta hablarnos de una clase dominante y opresora que no es capaz de ver el hambre a su alrededor. Pero aquellos señores que manejan la economía global, y que hoy día huyen despavoridos y se suicidan desesperados por no tener la clave para zafarse del ahorcamiento de su propia avaricia, también han sido engullidos por su propia trampa. Hoy día este sistema, que nos consume a todos y que no reconoce clases sociales, se ha tenido que ver, -quien lo diría-, salvado por el estado. ¿Vaya obsoleto y vulnerable sistema de libre mercado!

Entonces, el montaje de Andrés Lima no logra salvar una versión que carece de una estructura clara, y que no cuaja por ningún la-do pues pretende decir tantas cosas que no profundiza en ninguna, por el contrario, deja piezas sueltas e intenta que lo ilógico sea creíble. Nadie en nuestra exitosa civilización europea del siglo XXI, créanme, le dejaría el equipaje a un inmigrante que de buenas a primeras se ofrezca a servirnos y llevarnos el trolley hasta el hotel. Y es aquí donde se escapa básicamente la propuesta: en el hecho de transponer directamente a un personaje de comedia en un montaje que intenta acercarnos a una cruda realidad pero que ni siquiera toma en cuenta uno de los problemas claves de la integración: el miedo al otro, a lo desconocido.

Con un planteamiento tan inverosímil, lo que se hace patente es que Goldoni no le era útil a San Juan y a Lima. Menos mal que la presencia de Javier Gutiérrez, Alberto Jiménez y Pepa Zaragoza hacían divertida la obra por momentos.

Cuando una compañía como Animalario nos tiene acostumbrados a montajes excelsos, no podemos dejarles pasar ni una por debajo. Y mucho menos si es forzada y pretenciosa.