PRESTIGIO. Uno de los grupos más cotizados y pujantes del jazz internacional. / SEBASTIAN LUDVIGSEN
Cultura

Explosión permanente

El quinteto nórdico de jazz Atomic publica su segundo triple compacto en una manifestación de su arriesgado ideario

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No pocos recuerdan con una sonrisa de oreja a oreja su deslumbrante intervención en la segunda edición del Bahía Jazz Festival celebrado en El Puerto de Santa María en julio de 2006. En un cartel del que también formaban parte Uri Caine y Bill Frisell, el quinteto nórdico Atomic llegaba a los escenarios gaditanos con el prestigio de ser uno de los grupos más cotizados y pujantes del jazz contemporáneo. Una afirmación sustentada en una breve trayectoria, pero que ya había dejado valiosa constancia de su tasación entre los círculos más avispados y exigentes de la música improvisada.

Fredrik Ljungkvist (saxo tenor, clarinete), Magnus Broo (trompeta), Håvard Wiik (piano), Ingebrigt Håker Flaten (bajo) y Paal Nilssen-Love (batería y percusión) arrojaron un inicial toque de atención con su primer álbum -Feet Music (2001)- a modo de declaración de principios de una propuesta que conectaba los modelos más elásticos del hard-bop y el free con un torrente improvisador sin concesiones. Boom (2003) ensanchó el impacto de su explosiva oferta ganando en solidez colectiva y remarcando tanto su juego de intensidades como la interacción entre partitura y creación instantánea. Una postura amplificada por un abierto abanico de referencias en el que igual cabía el guiño al Pyramid Song de Radiohead que el acercamiento a Praeludium del compositor Paul Hindemith.

Asociados desde sus inicios a la etiqueta Jazzland Recordings - en cuyo seno inauguraron las Acoustic Series-, Atomic pusieron de manifiesto su excelente relación con el sello entregando en 2005 un triple CD en directo titulado The Bikini Tapes cuyos contenidos volvían a ensanchar su cotización como grupo versátil e investigador. Registrado durante su gira por Noruega en 2004, el quinteto sometía su repertorio a sucesivas lecturas que subrayaban la decisiva interacción en su discurso de los enfoques grupal e individual. Éste último un ámbito donde el valor solista de la primera línea integrada por Ljungkvist y por Broo, así como la lucidez pianística de Wiik, se antojaban cruciales. Más tarde llegó Happy New Ears! (2006) y Atomic consolidaron el espacio de una consagración que ahora se amplia de a mano de Retrograde (Jazzland - Universal; 2008), un título que, además de evidenciar su sentido de humor, también dilata unos grados más prismas y progresos desde esa madura conexión entre inteligencia y pasión. Lo extenso del formato -triple CD; el segundo de su corta carrera- no es, en absoluto, gratuito sino que abarca con precisión el poliédrico mosáico sobre el que Atomic despliega su doctrina, cada día más versátil y abierta, aunque también más estructurada.

Interacción individual

La dispersion no tiene cabida en dos discos en estudio (con catorce nuevas composiciones) y un directo registrado en Seattle, más pasional y de interacción más individualizada, en el que recuperan títulos ya grabados en estudio como Crux a la vez que incorporan versiones en vivo de los títulos de los dos primeros CDs. La exhibición no admite réplica: Atomic crecen en su dimensión de grandes para disfrute de un jazz europeo que los inviste como esencial referente.