CALLE PORVERA

Éxito

No es nuestro particular Michael Phelps, ni falta que le hace. El canario Enhamed, de ascendencia saharaui y ciego desde los ocho años, logró cuatro medallas de oro en los Juegos Paralímpicos, destrozó el crono para llevarse algún récord del mundo y fue una de las estrellas del Cubo, la piscina olímpica en la que otra española, María Teresa Perales, también sumó cinco metales. Y pese a todo, sus triunfos han pasado casi desapercibidos para la prensa y entre los ciudadanos.

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En total, la delegación española en los Juegos Paralímpicos sumó 58 medallas (15 oros, 21 platas y 22 bronces), una de las cuales se la colgó al pecho un jerezano, Chema Rodríguez, que volvió a demostrar su talento en boccia, un deporte similar a la petanca.

Y, sin embargo, como protestaba la familia del joven deportista jerezano, no sólo no le han concedido aún en su ciudad la calle que le prometieron, sino que su medalla de plata fue flor de un día en las noticias y en las conversaciones de sus paisanos. No hay que esforzarse mucho para darse cuenta de que si su gesta la hubiera logrado un atleta olímpico, uno que no sufriera una severa discapacidad, otro gallo hubiera cantado.

Sus triunfos también se deben al esfuerzo, sus marcas se trabajaron en los centros de alto rendimiento como las del resto de deportistas, sus éxitos son fruto de una mente de hierro capaz de superar los propios límites y dar una lección al resto de los mortales. Pero, qué le vamos a hacer, a algunos aún les parece que el deporte paralímpico es descafeinado. Eso cuando no se les ocurre acusarles, como al sudafricano Pistorius -que nació sin tibias ni peronés-, de competir con ventaja por correr con prótesis metálicas. ¿Vaya suerte!, pensará él.