TRIBUNA

Alumnos

Tiempo este, con el otoño, de comenzar nuevos proyectos. Un tópico, pero también una realidad. Tras la imprescindible relajación solar volvemos a la actividad. Y parece saludable plantearse esa vuelta desde la perspectiva de los proyectos. Esas irrealidades que nos llaman desde la lejanía, en la bella expresión de Jose Antonio Marina.

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Y entre los nuevos proyectos tenemos los de muchas personas que empiezan a cursar estudios en la Universidad. La Universidad, que es, que puede ser, una gran oportunidad. La cuestión fundamental es cómo aprovecharla y si saben hacerlo.

¿Cómo afrontan este reto los alumnos? En general y esquematizando, no hay más remedio, podemos establecer una diferencia significativa entre los que estudian de una forma pasiva y los que lo hacen activamente. La primera se caracteriza, con todos mis respetos, por estudiar un poco por obligación, por inercia, sin un proyecto detrás. La forma activa de aprender, por el contrario, está marcada por una ilusión, por un proyecto, por un estímulo que es el mejor motor para aprovechar las oportunidades de la Universidad. Muchos alumnos tendrán latentes las dos formas. De los profesores, y de nuestras metodologías, depende mucho el que se desarrolle más una u otra.

De ahí la importancia de aprender a construir proyectos, nuestros propios proyectos. Tarea que incumbe a todos los niveles educativos, especialmente a las Enseñanzas Medias y a la Universidad. No deberíamos dejar de lado este asunto, absortos como estamos muchas veces, casi siempre, en el universo fragmentado de las asignaturas. En Bachillerato, por ejemplo, es crucial abordar el tema. En esta etapa se está definiendo un proyecto vital (nunca mejor dicho). Y tengo la impresión de que en este caso el horizonte de la Selectividad, también por concretar, lo ocupa casi todo.

Por otro lado estamos insertos en una crisis cuya característica fundamental, según indican los expertos, es su carácter, permítase la expresión, innovador. Este tipo de crisis es nueva, dicen. Situación nueva, novedad. ¿Cómo reaccionar ante una situación desconocida? Entrenándonos en abordar situaciones nuevas. Siendo creativos para encontrar y desarrollar buenas soluciones. Siendo flexibles, abiertos, con conocimientos y con espíritu de cooperación. Y en eso debe entrar la educación. ¿Cómo salimos de la crisis? Como alguien señalaba en la prensa nacional «es educación y no economía» la fórmula para una solución a largo plazo, y como parece que la crisis no es coyuntural, razón de más para pensar en horizontes lejanos. Un proyecto pues: educar para generar proyectos innovadores (con valor). Educar para ayudar a desarrollarnos como personas creativas. Y, si utilizamos la expresión de Richard Florida, para desarrollar las clases creativas, los sectores capaces de asegurar desarrollo a largo plazo para un país o una región.

¿Podemos permitirnos que los estudiantes estén desconectados, de la sociedad), o pasivos, estudiando pasivamente, durante tres, cinco, siete o más años, en edades entre los 18 y los 25 años? Para encontrarse, los alumnos, con que a los veintitantos hay que, por fin, ¿y tras una media de 17 años de formación!, conectarse con el mundo laboral. De ahí la importancia de aprovechar la oportunidad que la Universidad da para desarrollar una posición activa, que debemos fomentar y valorar, no solo en cada campo particular de estudio, sino también en los campos de la cultura, del deporte, de la solidaridad, de la movilidad o de la práctica en empresas. Entre otros.

Todos los que trabajamos en educación tenemos responsabilidad y capacidad de cambiar las cosas. Si asumimos que la crisis actual es una cuestión que atañe a la educación podemos estar de acuerdo en que estamos tratando, manejando (management), con la capacidad de progreso, de buen vivir, en el presente y sobre todo en el futuro, de las regiones y de las ciudades. Todos efectivamente tenemos responsabilidad. Los dirigentes de la política educativa los primeros. Es claro. Pero también todos los que estamos en el sector de forma directa. Tenemos mucha autonomía en la forma de desarrollar la formación. De manera que somos responsables de que las personas que asisten a nuestras clases desarrollen, o no desarrollen, capacidades para generar proyectos matemáticos, proyectos literarios, proyectos de creación de empresas, proyectos culturales, proyectos solidarios y, como no, sus propios proyectos vitales. Al menos podemos, debemos, darles esa oportunidad. Y animarles a que la aprovechen. Como dice una ONG educativa en sus anuncios «Educar es dar oportunidades».

Estaba hablando de alumnos. De personas que están aprendiendo. Pero no estaría de más recordar que, si lo pensamos dos veces y más en estos tiempos, todos lo somos en alguna u otra ocasión. Buen proyecto.