ORIGEN. El incendio del bloque de pisos partió de una motocicleta y un turismo en llamas. / J. C. C.
Jerez

«La culpa es de la Policía, que debería patrullar más por aquí»

Eduardo Delage es uno de tantos barrios jerezanos que están tocados por la mala suerte. Su asociación vecinal, Verde Esperanza, ha denunciado en numerosas ocasiones la dejadez generalizada que sufren sus calles y sus plazas, que se han convertido pasto de vándalos, drogodependientes y delincuentes varios. Unas reivindicaciones que nunca terminaron por obtener respuesta, a pesar de que el colectivo vecinal no ha tirado la toalla y siempre ha continuado la batalla por su barrio.

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Ahora, los residentes se lamentan de que el incendio originado en uno de sus edificios haya sido posible gracias a la escasa presencia policial, que tanto han demandado desde hace años. «La culpa de todo la tiene la Policía -lamentaba uno de los vecinos-, que debería patrullar más por aquí, sabiendo que éste es un barrio conflictivo. Hace unos meses metieron fuego al club de petanca, y anteriormente a una furgoneta, y aquí nadie hace nada».

Una opinión que parecen suscribir los responsables de Verde Esperanza y de la asociación de vecinos Bellos Horizontes de Las Torres, que han pedido públicamente al Ayuntamiento que preste la ayuda necesaria a los damnificados, además de solicitar a la Policía que esclarezca cuanto antes los hechos, «para tranquilidad de los vecinos». Ambos colectivos no descartan emprender algún tipo de acción de protesta, tras haberlo consensuado con la Federación de Asociaciones de Vecinos Solidaridad.

Los más perjudicados, por su parte, no podían ayer dar crédito a sus ojos. Una vecina del edificio afectado, Vanesa Márquez, relataba cómo vivió los acontecimientos la madrugada del jueves. «Menos mal que vinieron dos chavales y nos avisaron de que había fuego. Las otras casas se han podido medio recuperar, pero el bajo está destrozado. Nosotros nos hemos pasado el resto de la mañana limpiando, porque mi casa olía mucho a humo».

Francisco Becerra es el propietario del Opel Caliba que se quemó por el fuego originado en una motocicleta próxima, y cuya explosión produjo que las llamas se extendieran al edificio. Ayer miraba con espanto su vehículo, un turismo tuneado en el que había invertido mucho dinero. «Yo escuché un chisporroteo, me asomé y vi mi coche ardiendo. Se ha perdido todo». El joven está convencido que ha sido el azar el que le ha jugado una mala pasada, porque «yo no tengo problemas con nadie, por lo que seguro que esto ha sido obra de algún gamberro».