EL FORO

Propósito de enmienda

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a canícula agostera convierte las redacciones en banco de pruebas para numerosos jóvenes, entusiastas licenciados o incluso aún estudiantes, ansiosos por poner en práctica lo aprendido en la facultad. En radio y televisión es relativamente fácil descubrir a los chicos de prácticas por su insegura locución (no mucho mejor, no obstante, que la de los periodistas habituales). Es un buen mes, sin duda, para descubrir las grandezas y miserias de ese oficio llamado periodismo. La falta de noticias de actualidad obliga al esfuerzo creativo, empuja al ingenio. Es el momento de tocar temas que en otro momento serían desbancados por las noticias del día, de trabajarse reportajes de interés humano, social, médico o científico. Es el momento de experimentar el vértigo de contar cosas de forma interesante y entretenida pero sobre todo informando. El morbo, el amarillismo y el sensacionalismo deberían ser palabras proscritas en el manual del periodista. Sin embargo, cuando de sucesos se trata, la información rara vez se sirve de forma aséptica. Y es que se trata de captar audiencia, de vender periódicos, de hacer caja. El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, en una nota para los asociados, pedía a editores, jefes de redacción y redactores que «los contenidos informativos sobre la catástrofe aérea de Barajas se ajusten rigurosamente a la lex artis (buena práctica profesional) del periodismo y que en ningún caso sean objeto de tratamiento en espacios de entretenimiento o por profesionales sin la experiencia y capacidad que exigen situaciones de esta naturaleza». Por su parte el presidente de la Asociación de Usuarios de la Comunicación, Alejandro Perales, ha criticado el «acoso y la presión» de los medios de comunicación a los familiares de las víctimas y ha reprochado el «sensacionalismo y la falta de respeto» que han mostrado algunas de las informaciones. Más de un joven e inexperto periodista tendrá un agrio regusto después de ser instado por su jefe a conseguir testimonios de familiares. Sería necesario, como apunta Perales, a crear un código interno, de obligado cumplimiento, que regule el tratamiento informativo de las catástrofes, que satisfaga el inevitable interés público pero también respete la intimidad y el dolor de las víctimas. Los sucesos siempre llamarán la atención y venderán, pero se pueden y se deben contar con ética, con rigor y con escrúpulos.