INICIOS. «Empecé a cantar porque me daban diez mil pelas». / L. V.
CONCHA BUIKA CANTANTE

«El arte es la única religión legítima para la redención»

La artista africana actúa hoy en el Baluarte de la Candelaria donde presenta su último trabajo discográfico 'Niña de fuego'

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De su voz se desprende el carácter pasional de aquellos que viven como amantes fieles a sus ideales. Una fuerza que descarga a pequeñas dosis en cada frase que sale de su alma para ofrecérsela a esos que llama su tribu, su familia, su público. Concha Buika creció saliendo a los escenarios, sin bajarse de coches lujosos donde esperaban siete mil personas gritando su nombre. El artificio es para otros. No canta flamenco, pero en clave de jazz su voz agarra el pellizco de un quejío. Hoy llega a Cádiz para actuar en el Baluarte de la Candelaria donde regresará a casa: el escenario.

-Haberse criado en el barrio La Paloma en Palma de Mallorca, donde el arte y el ritmo es el pan de cada día le habrá marcado mucho personal y profesionalmente.

-Mi barriada no era un barrio gitano, pero colindaba con uno que era bastante divertido. Allí a me escapaba todas las tardes con mis colegas. Y como a todos, la infancia nos marca, en ese lugar fue donde lo aprendí todo.

-¿Qué lugar ocupa el flamenco en en esa primera etapa?

-Es lo que yo escuchaba en mi barrio y luego los 80 fueron tremendamente copleros. Me influyó todo eso, pero creo que la influencia nunca para. Siempre te estás alimentando de lo que oyes. La verdad es que nunca me niego a escuchar nada. Cuando voy a festivales muchos compañeros y gente me dan muchos cds y voy escuchándolos todos. A mi me gusta la música en general.

Sin horizonte

-¿LLeva lo que haces a todos los rincones de tu vida?

-No es que intente llegar a ningún lado. Yo soy un ciempiés por tengo pies, no porque tenga una dirección concreta a donde ir. Lo único que hago es intentar llegar a lo máximo de mí, independientemente de el horizonte o la meta. No llevo nada a ningún sitio, a mi me dicen que vaya p'allá y yo voy p'allá, me dicen que vaya p'acá y yo vengo p'acá (ríe). Esa historia de quiero llevar mi canto a todas partes porque yo, yo, yo y tanto yo... ¿Dios mío, eso ya nos ha destrozado la cabeza!

-Mantiene que la mujer es un bicho excepcional. ¿Qué tienen ellas que no tengan los hombres?

-Ellas tiene la suerte de no ser hombres (ríe). Soy feliz por haber nacido mujer, estoy encantada con ese hecho. Aunque no tengo nada en contra del hombre. Me parece un ser bastante divertido, genial, destructor, destructible, fascinante, tiene de todo. Pero no es eso, no se trata de que las mujeres tienen algo que no tengan los hombres o ellos algo que le falta a ellas.

-Dicen que quien canta sus males espanta, ¿por qué comenzó a hacerlo usted?

-Porque me daban diez mil pelas. Cuándo me lo propusieron, dije «¿qué va, qué dices! ¿yo cantar? Hombre yo no». Me respondieron que pagan diez mil, «ah bueno eso es otra cosa», contesté.

-¿Recuerda su primer escenario?

-Que va, hace ya muchos años. De todas maneras siempre he cantado y he hecho de todo y en mi casa también todo el mundo ha hecho de todo y siempre han cantado. Los africanos no tenemos la música como algo lúdico sino como algo vital. Lo que no sabía es que ello podía ganar dinero. Siempre he estado con mis hermanas y mis hermanos cantando. El africano es ritmo.

-Tras su bautizo discográfico con Buika en 2005 y Mi niña Lola en 2006, llega Niña de fuego. ¿Podría decirse que su carrera se ha afianzado en el difícil mundo de la música?

-Creo que todos los mundos son difíciles. Qué es afianzar una carrera, no creo que exista eso. La música es algo que no sirve para afianzar nada. Con ella y su expresión lo que busco es mi propia redención.

-¿De qué tiene que redimirse Concha Buika?

- De vivir. Vivir en si tiene sus pros y sus contras, es un paraíso maravilloso que cansa y no cansa donde hay esperanza, desanima ... Pasas por muchas cosas en el ejercicio de vivir. Creo que la música y el arte en general es, con todos mis respetos, la única religión legítima que existe y que sirve para la redención del ser humano para que pueda creer, soñar, ... no estar solo.

-¿Son apocalípticos los que sostienen que el mundo de la música está en crisis?

-No sé lo que es el mundo de la música, yo pertenezco al mundo del arte y éste nunca ha estado en crisis. No se puede ir a ver un modigliani o un cézanne o de repente escuchar lo que nos resuena o lo que dejó Rocío Jurado y decir que el mundo de música está en crisis. Eso es absurdo.

El don de la eternidad

-Entonces, ¿cuál es el estado de salud del arte?

-El mundo del arte está genial y está en auge desde que el ser humano empezó a desarrollarlo. La crisis la conforman los mortales, el arte tiene el don de la eternidad y eso no pasa por crisis. Las personas, los mortales, los miedosos, los que buscamos verdades, los que intentamos hallar paraísos absurdos y esas cosas somos los que nos ponemos en crisis a veces. Aunque para el arte también son buenas que existan, no pasa nada. No me asusta. De pronto, hay cuatro que estaban acostumbrados a ganar mucho, pierden un poco y ahora estamos en crisis. Lo que pasa es que detrás de todo ha aparecido el egoísmo. Ahora el artista quiere que el arte sea lo que le da de comer, lo que le colma de ego, lo que hace que sus padres se sientan orgullosos... Le pide demasiadas cosas al arte y el arte no le debe nada. Que este tipo artistas estén en crisis me parece genial.

-¿Cómo hacer para evitar el idilio entre el show business y el arte?

-Da lo mismo que vayan juntos o no. Sólo pido que una persona que paga 20 o 30 euros por ver un concierto, comprar un disco o tener un momento de relax emocional y espiritual en su día se sienta orgulloso de lo que ha pagado y piense: «hubiera pagado diez más si los tuviera». Lo que me cabrea es que se le tome el pelo a la gente. Porque entonces es cuando se convierte en gente, en simple público, y eso no es justo. Son tribu, es tu tribu, tu gente, tu familia. Tú sales al escenario a llorarlo. Cuando subes a él, lo que haces es volver a casa. Es lo que busco lejos de la fama, de discos, ... vuelvo a estar en casa.

Visita gaditana

-El sábado toca en Cádiz, ¿se arrancará por bulerías o con un tanguillo?

-Sí, claro. Aunque no concibo la música así. La concibo detrás del seis que es el tempo original, el africano. Detrás de él están todos los tiempos. No entiendo de eso, me enfrento al flamenco con humildad. No lo canto, simplemente les digo a los flamencos: «Mirar, escuchar como una africana interpreta el calor y el cariño vuestro. Qué bonito que el sonido vuestro llame la atención en África». Los respeto e intento honrarlos. Simplemente, lo que hago es decirle al flamenco que el mundo le escucha. Lo mío es el jazz.

-Sin embargo, tanto el jazz como el flamenco son músicas de raza, de esas que agarran el pellizco.

-Considero que son la misma cosa, aunque no seamos iguales. Intentamos expresar lo mismo. Sinceramente creo que la Paquera de Jerez y Miles Davis intentaban expresar lo mismo, huir de sus demonios, intentar cargarse la rabia, alegrarse por lo que les había ido bien y alejarse de lo malo.

imruiz@lavozdigital.es