ESCASEZ. Civiles georgianos cogen pan en una tienda de Gori. / AFP
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El Ejército ruso prolonga la invasión Supervivientes del infierno

Las tropas del Kremlin violan el alto el fuego y mantienen sus ataques a instalaciones militares georgianas Los ciudadanos acogen en sus casas a las familias que han dejado todo para huir del vandalismo y el pillaje de los paramilitares

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Lejos de los despachos donde se firmó el acuerdo de alto el fuego, en la ciudad de Gori, rusos y georgianos tratan de alcanzar un acuerdo para iniciar el repliegue de las fuerzas del Kremlin, un acuerdo que finalmente no se produjo por lo que la ciudad más importante del norte de Georgia durmió un día en poder ruso. El responsable del Consejo de Seguridad de Georgia, Alexander Lomalia, por un lado, y el general ruso Vyacheslav Borisov, por otro, dieron por concluidas las conversaciones a media tarde y los enviados de Tiflis tuvieron que regresar a la capital por una carretera bajo control de las fuerzas rusas. Según las agencias locales, la falta de consenso se debe a la exigencia de las fuerzas de Osetia de Sur, aliadas de Moscú, de relevar a los rusos en el control de la zona. Una medida a la que el Gobierno de Tiflis se negaría de manera tajante.

Por cuarto día consecutivo el alto el fuego sigue sin respetarse. La presencia militar rusa no ha variado y de momento sigue sin abrirse el corredor humanitario 1 debido a la «falta de seguridad en la zona», según los rusos. Las toneladas de ayuda enviadas por Estados Unidos permanecen en el aeropuerto a la espera del visto bueno del Kremlin para su distribución. A esto hay que añadir las acusaciones sobre vandalismo y pillaje por parte de militares rusos y paramilitares prorusos, llegados desde Osetia y Chechenia, que han provocado el éxodo masivo de civiles.

El general Borisov quiso limpiar la imagen de sus hombres y aseguró que «todos los edificios están intactos y se está suministrando agua y electricidad a los ciudadanos». Sus palabras sonaban entre las explosiones de fondo que se sucedían en los aledaños de Gori y que, según diferentes fuentes, estaban originadas por la destrucción de almacenes e instalaciones militares georgianas. Grandes columnas de humo se elevaban de las colinas que la ciudad.

Un grupo de periodistas encontró un camión abandonado del ejército ruso en el que, según la Policía georgiana, soldados borrachos circulaban perdidos por una ruta secundaria en busca de un desvío hacia Osetia del Sur.

En el interior del camión se encontraron varios televisores, vídeos y otros objetos que según la Policía habían sido sustraídos de las viviendas que los miles de desplazados han dejado abandonadas para buscar refugio. Los dirigentes georgianos volvieron a denunciar un día más la gravedad de la situación. Nato Chikovani, portavoz de Exteriores georgiano, aseguró que junto a Gori, «la ciudad portuaria de Poti también sigue bajo control ruso».

Este estratégico puerto del Mar Negro permanece bloqueado por buques de guerra rusos que tratan de impedir la llegada por vía marítima de armas y pertrechos para el Ejército local. Shota Utiashvili, portavoz de Interior, acusó a las fuerzas rusas de «entrar el ciudad de Zugdidi -al oeste del país- y ocupar las instalaciones la Policía local».

Indignación ciudadana

Después de varias jornadas fuera de las calles, las fuerzas armadas georgianas volvieron a salir a escena. Un convoy con decenas de vehículos esperaba la supuesta retirada rusa para viajar a Gori y retomar el control. La policía también mantiene numerosos controles en la vía que parte desde la capital hacia el norte para prevenir a los conductores de la presencia de tanques rusos.

La ausencia total de fuerzas de seguridad nacionales en la zona de conflicto indigna a unos ciudadanos que critican las últimas decisiones del Presidente Saakhasvili -que ayer recibió la visita del primer ministro turco, Tayip Erdogan- por la falta de apoyo que está prestando a la población y por la falta de información sobre la situación real en el norte y oeste del país. Los medios locales elevan a 175 los muertos en los sies días deguerra, una cifra muy lejana a las 2.000 víctimas de las que hablan fuentes rusas. «Hemos venido con lo puesto. No tuvimos tiempo de recoger nada, sólo de correr». Soso Samjaradze lleva cinco días en Mtskheta junto a su mujer y dos hijos. Salió como pudo de su aldea, situada en las proximidades de Gori, y ahora vive en una casa de una familia que les ha acogido. Sin tiempo para la llegada de la ayuda internacional, la población georgiana se ha organizado para recibir a los desplazados por el conflicto y es en Mtskheta -localidad situada a quince kilómetros al norte de Tiflis y antigua capital del país- donde han abierto un centro de registro, de distribución de alimentos y ropa y de búsqueda de alojamiento para miles de personas.

«Por aquí han pasado 2.200 personas, pero hay más centros de acogida en los alrededores y en total estamos atendiendo a unas cuatro mil víctimas», destaca Gibi Amirkhanashvili, responsable municipal que supervisa el reparto de alimentos. En la parte baja de su oficina decenas de personas hacen cola para recibir harina, arroz, latas de tomate, pasta . Todo de forma gratuita, pero necesitan de manera urgente alimentos para niños.

Para peor

«La entrada en vigor del alto el fuego se ha notado, pero para peor. En los últimos dos días estamos recibiendo más gente que al comienzo, todos huyen de los actos de vandalismo y pillaje de los paramilitares», lamenta Amirkhanashvili, que también indica que gracias a la implicación de los vecinos, se han levantado las tiendas de campaña de los primeros días y todo el mundo ya puede dormir en casas.

Los recién llegados hablan de saqueos, asesinatos y absoluto pánico. Cuando se les pregunta por los autores de los abusos las respuestas de los consultados son confusas. Apuntan a «rusos», «chechenos», «osetas». ¿No saben si eran militares o paramilitares? «¿Qué importa? Nos atacaban y ahora se han quedado con todas nuestras pertenencias», responde una anciana.