ANÁLISIS

Caetano, generoso y espléndido en compañía

Espontaneidad, complicidad e intimidad fueron algunos de los ar-gumentos manejados por Caetano Veloso (1942) en el momento de presentar el formato -voz y guitarra- con el que se acercó, por primera vez, a los escenarios gaditanos la noche del pasado lunes 28 de julio dentro del ciclo Conciertos por la libertad Cádiz 2012, organizado por el Ayuntamiento de Cádiz.

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Una fecha idónea para condensar cuatro décadas de trayectoria y un marco -el Castillo de San Sebastián- a priori algo desangelado para un posicionamiento tan reflexivo.

La grandeza del protagonista comenzó a escenificarse desde el arranque con Desde que o samba é samba, postergando, secundado por un diáfano sonido, los requerimientos del espacio. En primer lugar, mediante un brillante repertorio en cuyo desarrollo se declararon tanto su valía autoral-por allí desfilaron una magnánima selección de sus clásicos- como su capacidad interpretativa exteriorizada en episodios de la solvencia de Le mer de Charles Trenet -dedicado a su recientemente desaparecido productor Guilherme Araújo (1937-2007)- o el aplaudido Cucurrucucú Paloma de Tomás Méndez que Veloso ha hecho suyo. Segundo, haciendo gala de un admirable estado vocal sustentado en un exquisito registro medio, a modo de piedra angular de su propuesta, rematado por un vistoso falsete.

Finalmente, trazando una comunicación con el público que arrancó comedida pero que paulatinamente fue ga-nando terreno a través de sus sonrisas y gestos, confesiones -«gracias a los comentarios de mi hijo Moreno llego a Cádiz amándolo», dijo-, las distendidas presentaciones de algunos temas y, como correspondencia, las peticiones -en absoluto condicionantes del guión- de un respetable rendido a los encantos del brasileño desde su irrupción en el amplio escenario, vestido in-formalmente.

El músico de Santo Amaro ponderó su exposición entre la rigurosidad y la concesión. Con algunas ausencias (no sonaron Soy loco por ti, América ni Two naira fifty kobo) aunque atendiendo generosamente a la riqueza compositora de su crónica. Así, Co-raçao Vagabundo, Qualquer coisa, Voce e linda, Trilho Ur-banos, Minha voz, minha vida, Lua de São Jorge o una Terra coreada por los casi 2.500 asistentes marcaron algunos de los hitos en un desarrollo sobre una veintena de temas donde no faltó la reverencia al maestro João Gilberto cuando se cumple el 50 aniversario de la bossa nova.

Su modelo, junto a los influjos del samba, latieron desde el núcleo de un concierto no por circunscrito menos valioso. Un set en el que Caetano Veloso puso en valor la porosidad y el poder transformador de su música, su tono crítico y emocional, autobiográfico en muchas ocasiones, a la vez que se exhibía triunfador en un formato instrumental exigente.

El público así lo entendió demandando con insistencia unos bises donde, primero a capella con Tonada de luna llena de Tío Simón Díaz, luego de nuevo con guitarra y Odara, Caetano remató un directo que comenzó solo y que finalizó con una audiencia cantando a su lado, entregada y admirada.