EN RACHA. El torero continúa coleccionando trofeos. / EFE
Toros

Padilla, a hombros en Tudela

El diestro jerezano brinda una lección de malabarismos taurinos ante su lote de Victorinos en la corrida que conmemoraba el 75 aniversario del coso

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Los dos primeros toros salieron deslucidos, protestones y mansos. El primero, cárdeno de saltones ojos, ensillado y acucharado, de finísimas palas, cosió a cabezazos el peto de pica en una primera vara y se fue suelto de otra. Al trote, cortito el viaje, se metía por las dos manos. Como el toro no invitaba, El Fundi pretendió pasar en banderillas, pero se echó la gente encima reclamando. De pronto se cayó en la cuenta de que la corrida era de banderilleros. Hizo de tripas corazón El Fundi. Qué remedio. Pasaron apuros Padilla y él. Ferrera se tapó con un par de hábil llegada y salida ligera. Se levantó algo de viento, el viento levantó bastante polvo, costó de pronto tener los engaños. La porfía de El Fundi fue de las de a la fuerza ahorcan porque el toro, mutante y listo, sólo pegó arañazos navajeros. Una buena estocada.

El segundo, playero, con un pitón tronchado probablemente en el encierro matinal, fue igual de deslucido que el primero, pero de otra manera. Dos puyazos muy defectuosos. Sin empujar el toro, sino al contrario: se echó atrás. Esperó en banderillas y apretó en las reuniones. Ferrera fue el más listo de la terna. En tablas abrió por alto Padilla una faena que costaba adivinar. Puesto por delante, avisado al tercer muletazo por encima de las palas, el toro debió de sentirse carne de cañón. Breve trasteo, un pinchazo, una estocada. De todas las conmemoraciones de los 75 años de la plaza de Tudela, ésta era en teoría la mayor. Un chasco completo los victorinos de las dos primeras catas. Y los otros dos también. Los dos últimos toros salvaron muy por los pelos el honor de la divisa. El quinto, bastante menos toro que los demás, estrechito, carita y poco rematado, salió bondadoso, metió la cara, se distrajo exagerada y constantemente. El sexto, el único con sello de victorino marca registrada, fue el de mejor aire de todos. Buena correa, elasticidad de movimientos. Fijeza, aunque de partida tendiera a reponer. Ferrera toreó con cabeza, calma y corazón a ese sexto, que, visto lo visto, parecía de lujo. Sufrió un poquito en la primera tanda, de la de poderle al toro y tomarle la medida; y luego no sólo dejó de sufrir sino que se sintió y dejó ir. Por las dos manos. No importó que el toro tuviera una gota mirona incómoda. Ni que el viento incomodara más de la cuenta. Viento de ribera de río. La muleta por delante y por abajo: las normas clásicas. Sitio y colocación. Otra buena faena de Ferrera. Pero, con la plaza embalada, Ferrera pinchó y luego cobró sólo media estocada trasera, marró con el descabello, dobló el toro en los medios. Una oreja.

Bien ganadas.

Padilla hizo con el quinto exhibición del repertorio grecorromano: gestos al público pidiendo paciencia mientras parecía estudiar al toro como si fuera un enigma. O un enorme gato de barriga. Para nada. Dócil por la mano izquierda, con tendencia acusada a salirse distraído de suerte. Padilla lo trató como a latigazos. Molinetes de rodillas, uy, ay, que el toro se mete por debajo y un largo episodio que tuvo a veces ribetes de comedia. Comedia musical: la acompañó la afinada y nutridísima banda municipal de Tudela --sesenta músicos, sesenta- con una original versión del Amparito Roca: el tema central vertido en solos de gaita. Sugestiva idea. Pero contaron casi más el gaitero y la banda que los alardes malabaristas de Padilla .