CRÍTICA DE TV

Guerra y paz

TVE 1 está emitiendo íntegra, la superproducción europea Guerra y paz, dirigida por Robert Dornhelm, sobre la novela homónima de Leon Tolstoi. Es la segunda vez que la pública emite esta historia. Su estreno, el pasado mes de septiembre, se encontró con la indiferencia generalizada del respetable. Este segundo pase, por el contrario, está obteniendo cifras mucho mejores, llegando a superar hasta en un millón de espectadores -se dice pronto- los números del anterior. ¿Por qué? Vaya usted a saber. Lo que TVE ha hecho, a salvo de esos cambios de programación que tanto gustan en los canales, es agrupar la emisión de esta Guerra y paz en cuatro grandes bloques de dos horas cada uno. Ya hemos visto dos y nos queda la mitad.

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Eso de las dos horas se refiere al tiempo preciso de película y no refleja fielmente la realidad, porque al metraje original hay que sumar la catarata publicitaria. Semejante agresión de anuncios es una forma como cualquier otra de cargarse un gran producto, pero no negaremos que el espectador está acostumbrado a esas cosas y a otras aún peores. De manera que, pese a todo, vale la pena echarle un poco de paciencia y soportar la pernada comercial: los fragmentos de arte que hay entre anuncio y anuncio merecen el esfuerzo.

Vale la pena recordar algunos datos de carácter técnico: una superproducción alemana, francesa e italiana, con 15.000 extras, 1.800 especialistas, 2.400 diseños de vestuario, récord de ventas en DVD, éxito histórico en Alemania, seguida por más de cinco millones de espectadores en Italia y en Francia Que una propuesta así tenga menos tirón entre los espectadores españoles que Dónde estás corazón o Tú sí que vales es algo que forzosamente mueve a reflexión.

Por mal visto que esté hacer reproches a la mayoría social, las cosas son como son: la sociedad española es sensiblemente menos culta que la de nuestros vecinos europeos. La televisión es un espejo de esa flaqueza. Por eso aquí tenemos la televisión que tenemos. Poco más hay que decir.