Editorial

Previsiones a la baja

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a publicación del primer informe que sitúa en cero el crecimiento del segundo trimestre en España, elaborado por el Servicio de Estudios del BBVA, introduce las estimaciones sobre el momento económico en una dimensión que sólo puede ser denominada de crisis. La verosimilitud del dato apuntado no puede descartar las aproximaciones hechas por otros servicios y entidades. Pero, en tanto que otras fuentes parecen también corregir a la baja sus previsiones, es lógico pensar que podemos asistir de inmediato a la proliferación de análisis que coincidan con la idea de una probable o de una inexorable recesión. El retraimiento en el consumo de cemento, en la exportación de automóviles, en las situaciones de desempleo registradas por parte de la Seguridad Social o la evolución de la masa salarial apuntarían en esa dirección. Pero si bien la mera publicación de la citada tendencia induce efectos indudables sobre las decisiones de mayor o menor riesgo que han de adoptar empresas y familias, contribuyendo a una actitud más remisa a la inversión en las primeras y al consumo en las segundas, no está claro que la contención verbal y la disposición a interpretar los citados datos con mayor optimismo esté logrando que el Gobierno suscite confianza en la economía y en la sociedad. Sobre todo porque cuando los mejores deseos del Ejecutivo son desmentidos reiteradamente por los hechos, por la lectura de observadores solventes o por la particular percepción de cada ciudadano, lejos de generar confianza propician el escepticismo o la incredulidad respecto a las estimaciones oficiales. Frente a la reiterada discrepancia de puntos de vista, que suscita inseguridad en los observatorios privados y una defensa acérrima de la conveniencia política en los públicos, sería necesario que los estudiosos de la evolución económica hiciesen un esfuerzo especial para contrastar las bases metodológicas que cada cual emplea y hallar un denominador común en la interpretación de la coyuntura y en la prospectiva sobre el futuro inmediato. Una sociedad madura como la española puede hacer frente a una eventual recesión si toma plena conciencia de su existencia. Lo que no puede es contribuir a la reactivación del clima económico si cada día recibe mensajes contradictorios sobre sus perspectivas.