PINTURA. El color que predomina actualmente en el Oratorio es el azul celeste./ ÓSCAR CHAMORRO
CÁDIZ

Celeste no es el color

La rehabilitación del Oratorio descubrirá los tonos originales del templo, más cercanos al ocre y marfil y con motivos florales y geométricos en la planta baja

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El Oratorio no es azul celeste. Es probable que tampoco sea blanco inmaculado, ni siquiera que tenga un color uniforme. Esta será la gran aventura -y la parte más interesante- de la obra de restauración que llevará a cabo el arquitecto Francisco Torres, al que se le ha encargado la ejecución del proyecto redactado hace seis años por José Ignacio Fernández Pujol.

El arquitecto gaditano no quiere opinar sobre el hecho de que los promotores de esta obra (el Obispado y la Junta de Andalucía) hayan decidido dejar en manos de otro profesional la dirección de la obra. Prefiere hablar de ese proyecto que trabajó con tanto mimo y en el que intervinieron un equipo de profesional multidisciplinar.

Postales y grabados

El trabajo del proyecto comenzó en entre los años 1999 y 2000. Es ahí cuando el equipo, con Fernández Pujol a la cabeza, comienza a recopilar todas las publicaciones para conocer a fondo el edificio y a recopilar datos gráficos, con grabados y postales. «Es un edificio que no se conoce en diez minutos», subraya. Las labores incluían también un análisis de carácter histórico, hechas por los hermanos Juan y Lorenzo Alonso de la Sierra. Pero también es necesario hacer un registro in situ y comprobar no solo el estado de los muros, las vigas o la cubierta, sino para que también -mediante catas- se averigüe qué esconden las sucesivas capas de pintura.

Los encargados de hacer estas catas fueron, además del arquitecto, dos restauradoras: Pastora Leonsegui y Fátima Domínguez. Y es ahí donde se descubre que, para empezar, el azul celeste es un invento muy reciente. «Es probable que el color original oscile entre el ocre y el marfil», explica Fernández Pujol.

Hay que tener en cuenta que el Oratorio se inauguró en el año 1719, pero a mitad del siglo XVIII, es decir, pocos años después, el templo se arruina por el maremoto de Lisboa. Comienza entonces una reconstrucción «que tal vez ahí no reproduce la decoración original». Se vuelve a ornamentar entonces, con lo que «es probable que aparezcan dos estratos de policromía diferentes». El arquitecto Torres tendrá que decidir ahora con qué se queda o cual sera la mejor solución para mantener la autenticidad de la obra. «Eso es parte del atractivo y al mismo tiempo de la complejidad de la obra», señala Pujol.

Lo que sí es seguro es que el resultado final cambiará completamente la imagen que ahora existe del Oratorio. Sobre todo, porque no es solo una cuestión de color. En esas catas que se hicieron para el proyecto se encontraron motivos geométricos o florales.

Cómo ir descubriéndolo

Al equipo que realizó el trabajo previo le habría gustado tener más presupuesto para hacer más catas. Pero de todas formas, en el documento se registra la metodología que debería emplearse para llegar a descubrir todo.

Mayor incógnita hay aún con el color de la fachada, que hasta hace unos años (a principios de los noventa) estaba pintada de blanco. «Ahí también se hicieron catas para ver cómo pudo ser, pero han resultado insuficientes para determinar el color». En esas pruebas aparecieron algunos tonos ocres que dieron pistas, pero «no fuimos capaces de averiguar el original».

También es probable que la portada original fuera de mármol, «porque encontramos un almohadillado tosco», pero no se ha encontrado documentación al respecto.

Más allá de las policromías y de la recuperación -o recreación- de elementos que en su día se perdieron, buena parte de la labor de reparación se centrará en la cubierta. Los redactores del proyecto planearon que se desmonte y se sanee la estructura, que tiene algunas patologías (problemas, en el argot arquitectónico), para que luego se volviera a colocar el tablero y las tejas. Es una solución sencilla. Hay un pequeño desplome en el conjunto de las dos bóvedas que también tendrá que solucionarse. Siempre con las lógicas cautelas, señala el arquitecto, de que «cuando se está en obras es cuando se ve lo que hay, porque nosotros trabajamos con la apariencia, con la intuición y la experiencia, pero nunca podemos estar seguros».

mcaballero@lavozdigital.es