Cartas

Paradójicas (in)justicias urbanísticas

Hasta hace muy poco existía en la playas de Cádiz, ya extramuros, entre el cordón de líneas del litoral que nos guía desde Cortadura hasta el río Arillo, una curiosa construcción de forma redondeada, un tanto excéntrica, pero muy graciosa. Se trataba de un restaurante, que había estado allí, casi desde siempre, desde luego mucho antes de que la zona hubiese sido declarada «parque natural», los caminantes o bañistas que paseaban por las soleadas arenas en dirección al cuartel de Torregorda podían solazarse con ricos pescaitos fritos, pimientos y otras especialidades del arte culinario popular gaditano. No molestaba. Había estado allí desde que tenemos memoria. Se llamaba La Gallega, la señora que lo regentaba había nacido allí. Fue derribado por una normativa despiadada poco menos que con nocturnidad y alevosía, antes de que nadie pudiera defenderlo.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ahora, en cambio, ¿que grandísima y horrible paradoja!, una de las plazas más bonitas y pintorescas de Cádiz -sobre todo de extramuros, que bien carece de plazas originales- va a ser enajenada y sustraída al uso público, para regalársela a un empresario privado. Hay que ver lo que hace el ser rico o ser pobre. El restaurante La Gallega no quitaba nada al pueblo de Cádiz, al contrario, nos servía, pero sus dueños es de suponer que serían pobres.

Ahora, un supuesto acomodado señor, nos quiere quitar una de nuestras mejores plazas para su lucro particular, en contra del Plan General de Ordenación Urbana, y a costa de nuestro propio bolsillo. La ciudadanía, no debe cruzarse de brazos, sino intentar hacer frente al presunto atropello de forma pacífica y responsable, agotando todos los medios legales a su alcance.

Carlos Javier Ordoño. Cádiz