VUELTA DE HOJA

Ya serán menos

No se fíen de las estadísticas desmoralizadoras: son todas. En general descubren que, a la larga, los índices de mortalidad de los distintos países, incluso de los más sanos, coinciden con el de los nacimientos. Por eso se ha dicho que la estadística es una señora complaciente que no niega nada de lo que se le pida con amabilidad. Ahora se nos dice, completamente en serio, que de cada cinco españoles, uno presenta riesgos de trastorno mental, pero no es posible que haya más trastornos mentales que mentes. Según el optimista cálculo de don Antonio Machado, de cada diez cabezas españolas nueve embisten y una piensa y no es lógico que existan tantas turbulencias en el segundo apartado.

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Quizá la Encuesta Nacional de Salud haya incluido entre los afectados una variante numerosísima: los majaras. Ya se dio cuenta un ilustre crítico de arte, después de asistir a unas cien exposiciones al año, de que «en España no cabe un gilipollas más», pero en rigor no son cosas equiparables.

La locura, o una cierta forma de ella, puede provenir de un exceso de introspección. Hay cosas que si se consideran a fondo son como para volverse tarumba, pero no deben confundirse con la enajenación. Hay mucho locatis amateur. Se ha comprobado que desde que se dio en decir que todos los genios están algo locos, no hay nadie que tenga un cable suelto que no se crea genial.

Quizá sea verdad eso de que un loco hace ciento, pero lo que es inverosímil es que produzca uno de cada cinco. Un tipo tan cuerdo como Goethe llegó a pensar que la locura, en ocasiones, no es otra cosa que la razón presentada de diferente forma. Quizá una modalidad sublime de la clarividencia o un límite de la resistencia humana ante la injusticia o el dolor. Por otra parte, hay muchas personas normales que tampoco deberían andar sueltas.