Opinion

Asesinato contra la libertad

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Al segar la vida del ex concejal socialista, la banda terrorista quiso amedrentar a quienes tiene señalados con su dedo letal, y a través de ellos a la ciudadanía entera convocada para mañana a las urnas. Serán los votos de libertad los que respondan contundentemente a ETA en homenaje a la memoria de Isaías y de todos aquellos que antes que él fueron asesinados por el terror.

El asesinato de Isaías Carrasco confirmó ayer los peores temores sobre las intenciones inmediatas de ETA. La banda asesina acabó con la vida de una persona sencilla, trabajadora, que había hecho de su vinculación al socialismo y al sindicalismo su forma de expresar el compromiso con la libertad y con las demandas ciudadanas. Su entereza de ánimo le había llevado a ser concejal en una localidad en la que la defensa de sus ideas no se hacía precisamente fácil. Su coraje moral hizo que afrontara los riesgos de saberse amenazado sin renunciar a un ápice de su libertad y a ejercer plenamente su condición de ciudadano y vecino de Mondragón. Un testimonio vital que el terrorismo fundamentalista no estaba dispuesto a soportar precisamente donde sus activistas se jactan de contar con mayor respaldo social. Alguien de Mondragón informó de que allí había un ex concejal socialista desprotegido, alguien se cercioró de que era cierto y verificó sus movimientos, alguien facilitó la llegada y la huida a los pistoleros, alguien les desplazó a aquella comarca para matar a Isaías Carrasco. Esa cadena criminal constituye el núcleo de una trama que vive al lado mismo de quienes son sus víctimas. Pero es sobre todo el reflejo de la podredumbre más vergonzosa que puede anidar en una sociedad, en este caso la vasca, incapaz hasta la fecha de deshacerse de tamaña ignominia. También por eso es en estos momentos cuando las víctimas vivas, quienes son objeto de una amenaza terrorista cierta, precisan el calor humano, la solidaridad vecinal, la compañía de la amistad como antídoto más eficaz contra el poder corrosivo de la barbarie.

Es probable que los asesinos eligieran a Isaías Carrasco para cobrarse con su muerte las deudas de sangre con las que venían amenazando desde que la banda decidiera cargar sobre el Gobierno las culpas de la ruptura de su alto el fuego. Es también probable que, como reflejo del bárbaro cálculo que mueve a ETA, los instigadores del asesinato de Isaías hayan pretendido comunicar al Ejecutivo que surja de las elecciones de mañana que no tendrá otro remedio que claudicar ante sus exigencias de negociación. Por eso fueron importantes las primeras respuestas de ayer, convirtiendo en clamor las expresiones de condena del atentado y mostrándose las formaciones políticas unidas en el rechazo a las pretensiones con las que la banda terrorista envuelve siempre el asesinato de sus víctimas. Tanto la comparecencia institucional del presidente Rodríguez Zapatero como la declaración de Mariano Rajoy reflejaron ayer la coincidencia en la firmeza democrática que tanto se había echado en falta a lo largo de la legislatura. Pero es evidente que la réplica inmediata al asesinato terrorista nunca resulta suficiente. Aun con sus fuerzas al límite, ETA continúa siendo capaz de sembrar el dolor para provocar el desconcierto en la sociedad y en quienes ejercen la política. El atentado ha supuesto la certificación definitiva de la orden que ETA dirigió hace unas semanas a las bases de la izquierda abertzale para que se abstengan ante los comicios de mañana. Por tanto, la segunda respuesta han de darla los ciudadanos en las urnas haciendo que todas las papeletas, sean portadoras de una u otra sigla, adquieran un mismo significado en defensa de la libertad contra la que la organización terrorista asesinó ayer. Pero sobre todo es imprescindible que después de las elecciones la clase política en su conjunto restablezca el compromiso de la unidad contra el terrorismo etarra. Un compromiso que ayer se hizo patente de manera incipiente, abiertas aún como están las heridas de la división entre los demócratas, pero sin el cuál la confianza ciudadana y el anhelo de paz y libertad podrían quedar irremisiblemente defraudados.

El asesinato de Isaías Carrasco no sólo ha venido a corroborar que ETA tiene el firme propósito de perseverar en su intento de someter a la sociedad y a las instituciones. Ha confirmado también que se acabó el tiempo en el que alguien podía alegar ingenuidad y buenas intenciones aproximándose a la banda asesina con la esperanza de lograr su desistimiento mediante el diálogo. Ésta no sólo es una pretensión vana por especulativa. Se ha convertido ya en una opción del todo irresponsable que sólo contribuye al envalentonamiento etarra. Si un día ETA desiste de perpetuarse en el terror será porque haya asumido su irremisible derrota. El asesinato de Mondragón demostró ayer que mientras los terroristas no interioricen su fracaso no cejarán en su empeño de seguir matando. Una lección que ni las Cortes Generales que se eligen mañana ni el Gobierno que surja de ellas podrán eludir como constatación a partir de la cual debe desarrollarse una estrategia implacable, unitaria y eficaz que acabe con ETA en el menor plazo de tiempo posible.