ADUSTO. Raúl Castro no hace concesiones a la galería. Sus apariciones son contadas. / AFP
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La hora del 'número dos'

Raúl Castro se convierte en nuevo líder de la revolución cubana tras casi cincuenta años a la sombra de la carismática figura de su hermano mayor

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El general Raúl Castro vivió durante más de cincuenta años a la sombra de Fidel, «El jefe», como lo llama. Hasta la proclama de cesión de funciones del Comandante en Jefe que en julio de 2006 lo colocó provisionalmente en el primer plano, una posición que presumiblemente mantendrá oficialmente si, como todo apunta, este próximo domingo es elegido presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba. Esa situación estaba ya contemplada por el artículo 92 de la Constitución de 1976. «En caso de ausencia, enfermedad o muerte del presidente del Consejo de Estado, lo sustituye en sus funciones el primer vicepresidente», o sea Raúl Castro.

Tiene 76 años y fama de ser pragmático, hombre de familia, como se comprobó durante el entierro de Vilma Espín, su esposa de toda la vida, madre de sus hijos y compañera en la política. Allí estuvo arropado y al mismo tiempo atento a sus hijos y nietos. Ver la lápida partida en dos por un escudo de Cuba, con los nombres Raúl y Vilma preparada para cuando le toque reunirse con ella impresionó a más de uno.

Nació el 3 de junio de 1931 en Birán, al oriente de la isla, estudió con los jesuitas para ingresar más tarde en la Facultad de Ciencias Sociales de La Habana, donde se involucró en la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista. El 26 de julio de 1953 participó en acciones para el asalto del Cuartel de Moncada, que marca el inicio de la revolución. Fue capturado y condenado a trece años de prisión, aunque en 1955 se benefició de una amnistía y se exilió en México. Desde allí regresó a bordo del yate Granma para comenzar la lucha armada que llevaría a su hermano al poder el 1 de enero de 1959.

En su entorno dicen que prefiere delegar en su equipo de confianza, que es poco amante de entrevistas o discursos largos, y que sus apariciones son escasas, sólo las estrictamente necesarias, como ha demostrado en el tiempo que ha asumido temporalmente los cargos de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, sumados a los ya detentados de vicepresidente, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

De sus capacidades había hablado en varias ocasiones Fidel, quien lo definió como «el compañero más capaz por su experiencia y méritos» para sustituirlo cuando llegara el momento, a pesar de que también reconoció el problema generacional porque ambos se llevan muy pocos años.

Más duro que Fidel

Sus enemigos acusan a Raúl de ser muy duro, mucho más que Fidel. Ha sido muy autocrítico con los problemas del país. Para conocer, sin edulcorantes, todos los avatares de la vida cotidiana pidió a personal ajeno a la estructura oficial del Estado informes exhaustivos sobre las quejas de la población.

A él se le atribuye la instauración de cultivos organopónicos de intensidad y el desarrollo de la agricultura urbana en los años más duros del período especial, a mediados de los años 90, para combatir la carencia de alimentos ocasionada en las deficitarias redes de distribución.

A diferencia de Fidel, no está en contra de que los trabajadores ganen más, pero exige disciplina y aumentar la producción. Los campesinos pueden obtener más dinero siempre y cuando produzcan mayores cantidades y a precios asequibles. Ha reconocido que el salario es «claramente insuficiente», ha pedido mayor disciplina de los dirigentes y los trabajadores proponiendo «trabajo organizado, control y exigencia».

Todos le reconocen que en sus años al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas ha colocado a esa institución en los primeros lugares de eficiencia económica. Por ello, militares están al frente de las principales empresas del país, entre ellas muchas del negocio turístico local.

Cuando recogió el testigo de su hermano muchos cubanos esperaban cambios y mejoras propiciadas por el eterno 'número dos' del régimen comunista, a cuyo partido pertenece desde su temprana juventud, incluso antes que Fidel.

Pero salvo una mejoría en el sistema de transporte, los problemas se mantienen: comprar la comida diaria con un salario medio de unos catorce euros al mes o disponer de una vivienda digna que no obligue a varias generaciones a compartir el mismo techo.

Pero lo cierto es que muchos confían en que las medidas económicas que mejorarán la calidad de vida y evitarán salidas ilegales masivas están a la vuelta de la esquina porque se ha podido apreciar su ligera evolución. Al principio mantuvo una línea más continuista, pero poco a poco fue soltándose. Sus discursos son cer- canos a la gente, tocando directamente los temas que les inquietan. El último que fue muy destacado fue el del 26 de julio de 2007. Según fuentes diplomáticas, se notó que ya controlaba las riendas del país.

Varios analistas decían que mientras Fidel Castro estuviera vivo Raúl no tendría las manos libres para adoptar los «cambios estructurales y de concepto» que precisaba el país. Desde círculos oficiales, siempre se ha reiterado que, aunque en el pasado los dos hermanos han tenido diferencias y hasta broncas subidas en decibelios, el menor de los Castro no hará nada que perjudique la imagen o la obra de quien durante casi cincuenta años dirigió los destinos de la isla.

El general asegura que «únicamente el Partido Comunista, como institución que agrupa la vanguardia revolucionaria y es garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder», para quien siempre tiene palabras de respeto. Lo que parece claro es que seguirá afrontando el reto de introducir cambios que favorezcan a los cubanos sin destruir el sistema socialista arropado por dirigentes del buró político del Partido Comunista y miembros del Gobierno de su hermano.

Hay quien dice que la sustitución protagonizada por Raúl podría ser transitoria, por su edad y su salud, tampoco demasiado boyante. Encabezaría un gobierno de transición, aunque esta palabra no gusta entre las autoridades isleñas. Raúl ha dicho más de una vez que «la vieja guardia de Sierra Maestra» debe dar paso a las nuevas generaciones. Fidel también aludía a que el nuevo Ejecutivo revolucionario debe integrar a ambos grupos.