Cultura

De aquí para allá

El nuevo disco de Willy DeVille realiza un afectuoso recorrido por estilos y lugares comunes de la música y geografía estadounidenses

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Desde siempre se ha decantado por los escenarios sórdidos inundados por deseos inconfesables -su participación con dos canciones en la banda sonora de Cruising (A la caza, 1980) ilustra esa inclinación-, pero también ha sabido servirse de su estrafalaria y majestuosa imagen entre romántica decimonónica y canalla para cobijarse de la vida callejera sin límites a la que ha sido tan asiduo. Willy DeVille (de nombra real William Borsey, Nueva York, 1953) es un apasionado urbanita vinculado a las ciudades que le han ido albergando a lo largo de su vida (Nueva York, París, Nueva Orleans ). Y de los barrios de esas grandes urbes multiculturales es de donde ha logrado extraer sus mejores jugos creativos en forma de canciones iluminadas por épicos capítulos cotidianos inherentes a la gente corriente.

Así, Le chat bleu (1980) y Coup de grace (1981) son claros reflejos de su época parisina, mientras que Victory Mixture (1990) exalta el carácter criollo de Nueva Orleans. Pero desde que descollara con aquella Spanish Stroll incluida en un primer álbum -Cabretta (1977), cuando se hacía llamar MInk DeVille, disco que muchos consideran ya un incunable del mejor rock urbano de todos los tiempos-, en su discografía abundan otros muchos ejemplos de universalidad y cruce de culturas. Precisamente ha sido su afición por el latido latino la que le ha reportado mejores resultados económicos -a recordar el Demasiado corazón incluido en Where Angels Fear to Tread (1983)- a un Willy DeVille que nunca se ha deslindado de la riqueza plural que encierran las raíces musicales de su país en su acepción más amplia.

A modo de recapitulación, Pistola (Eagle-Pias, 2008) es quizá la muestra más extensa y fidedigna de esa variación de registros estilísticos que ha generado la música popular estadounidense en los últimos sesenta años que haya grabado Willy DeVille hasta la fecha. Iniciando el viaje desde So So Real, una especie de blues-rock de bar, el neoyorquino se adentra en un crisol de giros estilísticos de enriquecedora variedad cromática que pasa por el funk-reggae a medio tiempo (Been There Done That), el country (Louise), el blues rural (I'm Gonna Do Something The Devil Never Did), el gospel (You Got The World In Your Hands) y la balada orquestada (I Remember The First Time). No falta un cariñoso homenaje a Nueva Orleans (The Band Played On), una hermosa cita recitada a otras ciudades, como París o Barcelona, que han significado un punto de inflexión en su biografía (Stars That Speak) ni, por supuesto, un sentido recuerdo para Nueva York (The Mountains Of Manhattan) en un disco ecléctico y coherente, de producción ajustada, sin altibajos notables y con unos objetivos tan moderados como honestos.