VUELTA DE HOJA

Nada es lo de menos

Mientras estamos vivos nos importa todo. Hay quien se ha suicidado porque al levantarse, aturdido y con prisa para llegar a tiempo a su trabajo, se le han roto los cordones de los zapatos. (De ahí el éxito comercial de los mocasines). Quizá las contrariedades pongan a prueba nuestra resistencia en mayor escala que los grandes disgustos. No lo sé pero sé que es muy dificultoso graduar acontecimientos: No depende de ellos, sino del alcance que les demos. Mientras están pasando cosas gravísimas en el mundo, o sea, las que han sucedido en cualquier época, aquí le dedicamos demasiada atención a ciertas bagatelas. Hablamos de tallas y de velos. Clasificamos a las mujeres, sin reconocer que todas contienen bonito regalo, o bien por lo que encubran o bien por su inocultable apariencia, que puede recordarnos a una guitarra, a una damajuana o a una tubería de conducción de gas. Un triple agravio que justifica la razón del feminismo más exaltado.

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Ya se sabe que nada es lo de menos, pero dedicamos para estas cosas, entre las que también figura lo que Eslava Galán llama «bisutería ideológica», el mismo tiempo que deberíamos emplear en resolver asuntos que nos afectan a todos. Según cálculos aproximados, mil millones de personas morirán este siglo si no se toman medidas contra el tabaquismo. Al menos eso profetiza la OMS, cuyas siglas quizá obedezcan a Ordenar Muertes Seguras, y en vista de eso sólo se les ocurre pedir a los gobiernos que suban el precio del tabaco. Es como si para evitar los accidentes de carretera se multiplicara por cinco el precio de los coches. ¿Por qué, en vez de decretar la cruzada antitabaco no se lucha contra la contaminación asesina? 16.000 españoles mueren prematuramente por culpa de la polución atmosférica. En vista de eso, otros no dejamos de fumar porque no nos sale de los pulmones.