El candidato Obama.
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El heredero de Camelot

El hermano, la hija y el sobrino de Kennedy invocan su figura para impulsar a Obama hacia el liderazgo demócrata

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TODA la magia de Camelot estalló ayer en la Universidad Americana de Washington, donde un día John Kennedy cautivase al mundo. El presidente más idolatrado de Estados Unidos fue invocado ayer por sus descendientes para pasar al fin la antorcha del sueño americano a un nuevo candidato, el senador afroamericano Barack Obama, que ofrece «el mismo sentido de esperanza e inspiración», sentenció su hija Caroline Kennedy.

«Como tú» -la siguió después su tío Edward, de 75 años- «nosotros también queremos a un presidente que apele a la esperanza de aquellos que todavía creen en el sueño americano. Alguien que levante nuestros espíritus y nos haga creer de nuevo». El patriarca de los Kennedy, figura moral del partido, ha hecho campaña por otros candidatos en más ocasiones, pero nunca había contado para ello con su sobrina ni había utilizado así a su hermano asesinado, o a la nostalgia de esa época dorada.

«¿Quieres saber cómo fueron los 60? Lo acabas de ver, fueron mágicos», decía emocionado el presentador del canal de noticias MSNBC Chris Matthew tras oírles. Medio país se quedó con la carne de gallina escuchando a la hija de John F. Kennedy, a su sobrino y a su hermano dar un respaldo que salía directamente del corazón. «Tu padre estaría hoy orgulloso de ti», felicitó Ted Kennedy a su sobrina, la única descendiente con vida del emblemático presidente.

Unión mística

A la pequeña de 6 años que los estadounidenses recuerdan en blanco y negro jugando en el despacho oval la habían despertado sus hijos del largo letargo en el que la sumió el trágico destino de sus seres queridos. Caroline Kennedy se ha mantenido oculta de la política y del ojo público, salvo furtivas apariciones por causas nobles como el cáncer o la educación de los niños, que han sido la voz que más ha escuchado.

«Me alegro de que estén aquí mis hijos, porque ellos son los primeros que me han hecho comprender que Barack Obama es el presidente que necesitamos», anunció. «Ya está inspirando a los estadounidenses, jóvenes y mayores, a creer en nosotros mismos y amarrando esa creencia a nuestros más altos ideales de esperanza, justicia, oportunidad y paz, urgiéndonos a imaginar que juntos podemos hacer grandes cosas».

Se cerraba un círculo casi místico que había comenzado antes de que ninguno de los tres -Caroline, Barack y Patrick-, hubieran nacido, como reveló después el candidato presidencial. Lo supo cuando fue a rastrear las raíces de su difunto padre a una aldea de Kenia, y su abuela, que ni siquiera habla inglés, le entregó un paquete de cartas escritas a mano.

Era su deseo, transformado en más de treinta solicitudes a universidades estadounidenses. Y fue la mano de John Kennedy, entonces senador, la que lo hizo realidad, y la fundación que lleva su nombre la que le concedió la beca. «Sin eso yo no estaría aquí», reveló Obama.

Pero si Caroline y Patrick alimentaron la magia, fue su tío, con el colmillo de sus 45 años en el Senado, el que limpió la basura que los Clinton han esparcido sobre Obama en este último mes. «Nosotros conocemos el verdadero historial de Obama. El valor que demostró cuando otros se quedaron callados o se fueron con la corriente. Desde el principio él se opuso a la guerra de Irak. Y no permitan que nadie niegue esta verdad», gritó atronador.

Se refería a Bill Clinton, que ha calificado de «cuento de hadas» la «leyenda» de que Obama tuvo el buen juicio de oponerse a la invasión de Irak desde el principio, a diferencia de Hillary, que votó por ella. Una a una despedazó todas las acusaciones del matrimonio, no sin advertir que la guerra fraticida terminará cuando elijan a un candidato. «Que no quede duda: todos estamos comprometidos a ver un presidente demócrata en 2008». Su apoyo, el más codiciado, junto con el impensable de Caroline Kennedy, puede dar un vuelco a la campaña en vísperas del Supermartes, donde Clinton aventaja las encuestas.