Opinion

MIRADAS AL ALMA Miguel ángel contra el mundo

De todo aquello que Miguel Ángel pensó, soñó e imaginó, sólo la humanidad fue capaz de quedarse con lo que él creó. Gran parte de sus obras son, además, sendas pruebas de milagros que sueñan con revelarse contra la opresión a la que el colosal artista estaba constantemente sometido. Miguel Ángel el artista, el maestro, el rebelde, el loco, el rudo, el maníaco y el eterno incomprendido. Aquel que nunca pudo lograr sus apocalípticos objetivos, aquel que supo saber mejor que nadie los arcanos del arte y sus entrañas, aquel que hubo de revelarse ante los Papas que fueron

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en su contra, y hasta tuvo que tratar y someterse a la todopoderosa familia italiana: los Médicis; aquel cuyo final sólo fue el principio de una dimensión de artista que en la historia ha representado un antes y un después.

Aquel cuya soledad intelectual le oprimía el corazón al sentirse eternamente prisionero de su sofocante insatisfacción, y es que un ser con el sentir ingenioso de Miguel Ángel no es posible que se le obligue a ser normal, a amar y a pensar como los demás mortales. Su visión de la belleza fue siempre fascinante, aquella cuyo resplandor interno fue sólo sombra de su reflejo exterior. Jamás nadie esculpió tan sabia y bellamente al hombre cuyos rasgos, músculos y movimientos más allá de la realidad, representan lo que debiera ser el hombre en sí. Sólo apreciar al monumental Moisés, aquel cuya ira contenida fue reflejada en una sola mirada, invadida por un fogoso odio que a su vez lucha con una sabia frialdad. Miguel Ángel volvió a reinventar el mundo yendo contra él, un mundo de pecados, juicios morales, muerte y pasión desarbolada. Subyugó al mismísimo arte, le hizo arrodillarse ante él, y por ello, se martirizaba constantemente. Su idea de pintarse reflejado en la piel despellejada del martirio sufrido por San Bartolomé en la inconmensurable Capilla Sixtina, provoca no sólo una infinidad de significados espirituales, sino también un claro reflejo de su sentir mártir y castigado, y de una voluntad de inmortalidad. Miguel Ángel, todo él, con lo que fue, es y será; con su universo de estrellas entrenubladas, y como un halo de luz reveladora resplandeciente.