Lucas Lobos lo intentó por todos los medios pero sigue sin encontrar su mejor fútbol. / FRANCI SJIMENEZ
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El Cádiz sigue negado ante el marco contrario

El efecto Calderón no funcionó y el Cádiz sólo empata en un mal partido ante el débil Las Palmas El equipo pone empeño y actitud, pero no tiene gol, sigue nervioso en defensa y sin jerarquía en la medular

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No hubo efecto Calderón. El gaditano no ha logrado inocular su idea de fútbol a una plantilla tozuda e impermeable que necesita de meses para traducir en el terreno las consignas de su entrenador (pregunten a Oli, Jose o García Remón). El Cádiz, en el bautizo de su técnico en el banquillo de Carranza, sólo fue más de lo mismo.

Un equipo mediocre en todas sus líneas. Sin gol en ataque, errático en defensa y descontrolado en medio campo. Afortunada o desgraciadamente, según cómo se mire, no se puede achacar a los jugadores falta de actitud, indolencia o apatía. Pero pese a su probada calidad, ni con los arrestos exigibles es capaz de superar penúltimo clasificado de la tabla (hoy puede ser colista), en su campo y con una afición volcada. Y es que la crisis institucional ya no puede ser una excusa en la que arropar las miserias deportivas.

En lo positivo, hay que dejar al margen los tópicos de perros viejos para salir del paso. Oséase, hemos sumado un punto (botín irrisorio e insuficiente) y no nos han metido gol (gracias a las milagrosas apariciones de Julián). Mejor quedarse con las sensaciones, aún tempranas, del nuevo Cádiz de Calderón. No se pierde en el sobeteo de la medular, practica un fútbol más directo y rápido, la estrategia (todavía pasada) comienza a funcionar, y el equipo está más junto en todas sus líneas. En su debe, una mayor presencia en las bandas (en la segunda parte no existió la derecha y la izquierda dependía de Cristian), y más contundencia y seguridad en la zaga, si bien esto último se basa en el estado de gracia de los futbolistas.

Intercambio de golpes

La primera mitad comienza con el pitido del árbitro y los silbidos de miles de cadistas indignados con la actitud del grupo de Baldasano. Pero rápidamente se conviertes en palmas, la manera idónea de afrontar un duelo vital ante los grancanarios. En esa media hora inicial, el conjunto gaditano tenía más presencia en ataque y controlaba el esférico, pero los nervios en defensa permitían que Marcos Márquez y sus compañeros sacasen fruto de cualquier balonazo inofensivo.

Lobos daba el primer aviso con un tiro pegado a la cepa del poste y Cristian, pequeño pero multiplicado, se anteponía al peligroso disparo de un rival dentro del área de Contreras. A continuación, Pavoni estaba a punto de sacar petróleo en una acción de estrategia pero su cándida volea ni siquiera daba sensación de peligro. Nauzet respondía con un buen cabezazo arriba tras superar a Abraham Paz.

El Cádiz, un tanto kamikaze, comienza a perder fuelle y lo intenta con disparos desviados de Fleurquin y Dani. Más por empeño que por otra cosa. Cristian y Lobos, los dos a pierna cambiada por la izquierda, crean mayor peligro ya que Vella y Enrique no aparecen por su sendero.

Prisas y nervios

Las prisas aparecen, los nervios hacen mella y la falta de confianza atenaza las piernas de los amarillos, cada vez más metidos atrás. Los chicos de Juanito, espoleados por la pelea de Márquez, se adueñan de la situación en el cuarto de hora final y De la Cuesta tiene que sacar bajo palos una chilena del delantero canario. Con miedo y escepticismo se llega al descanso. Había ganas, empeño, pero el fútbol se niega a aparecer por Carranza. Parece mentira que esta plantilla, tan cara y contrastada, sea incapaz de crear un juego acorde con su nombre.

En la segunda parte, Calderón ya piensa aquello de de perdidos, al río. Enrique, que reaparecía tras su lesión, había estado desaparecido en el campo y el técnico lo hizo desaparecer del todo dejándole en la ducha. En su lugar entra Casas. Principal víctima: la banda derecha. El Cádiz se encomienda a la banda del infatigable Cristian, y la unión de Dani, Gastón y Lobos en ataque provoca un auténtico galimatías. El equipo amarillo sale a muerte pero las mejores opciones siguen siendo para los visitantes. Contreras despeja un disparo lejanísimo de Juanma y de nuevo el mariscal De la Cuesta se mete debajo del larguero para sacar un balón que se colaba en las mallas.

Ahí acaba el empuje grancanario, y comienza la desesperación local. Con media hora por delante, los pupilos de Calderón topan de bruces con la defensa de Las Palmas. Otro año más, y ya van unos cuantos, el club se equivoca en el fichaje de los delanteros, y son Vella y Cristian los únicos que se atreven con disparos desde media distancia. Paz cabecea en esa jugada de estrategia que demandaba con tanta insistencia esta misma semana. Y Casas, fuera. Miguel entra de refresco y supera en desatinos a Pavoni, y Parri sigue todavía en Albacete. Estamos a la espera de noticias. En fin, que el despropósito continua. La gente quiere hablar de fútbol pero el único juego interesante está en los despachos. Este deporte, antaño fuente de alegrías para el gaditano, sólo trae tristeza. Ni siquiera enfado. Y hoy, si el Salamanca gana y el Xerez no pierde, el conjunto galáctico de Arturo Baldasano se meterá en el barro del descenso. Para llorar.

jaguilera@lavozdigital.es