HUELLA HISTÓRICA

El olivar como inspiración: Un clásico de la cultura de Córdoba a través de los siglos

El paisaje, que avanza hacia ser declarado Patrimonio de la Humanidad, ha tenido una presencia constante en todas las artes

‘Las aceituneras’, cuadro de Julio Romero de Torres, propiedad del Museo del Prado ABC

Félix Ruiz Cardador

Pocos símbolos son más característicos que el olivo para definir el entorno mediterráneo . Pequeño, modesto y retorcido -polvoriento según el verso de Antonio Machado - acumula una cultura ancestral , que se pierde en la niebla de los siglos. Parece pues razonable que la Comisión de Patrimonio Histórico haya decidido esta semana elevar la propuesta de las diputaciones de Córdoba , Jaén, Sevilla, Granada y Málaga para que el Paisaje Cultural del Olivar Andaluz sea declarado Patrimonio de la Humanidad , aunque ya lo sea sin necesidad de tal distinción administrativa.

Inspiración de poetas y pintores , el olivar y su producto estrella, el aceite de oliva, está en la simbología de la cultura occidental desde que los griegos, en su mitología fundacional, lo convirtieron en signo de la paz o desde que los césares romanos se lo ceñían a modo de corona para mostrar sabiduría. Su nombre se cuela así en los textos de Ovidio, de Plinio e Hipócrates , en los tratados de Columela y también en el Viejo y Nuevo Testamento , con el aceite convertido en santo óleo para la unción y purificación. Una presencia que se mantiene firme a través de los siglos, con su presencia en la obra de Cervantes o Lope , en la de Lord Byron y La Fontaine , y que llega hasta la contemporaneidad con pinturas de Joaquín Sorolla o dibujos de Picasso .

El mosaico romano de las Cuatro Estaciones, hallado en el entorno de la plaza de la Compañía, tiene un olivo representando al invierno

Córdoba , tierra de olivos de llano y de sierra, no ha sido ajena a ese trasvase de la naturaleza y el mundo agrario a la alta cultura o a la cultura popular y su presencia en la ciudad se ciñe a sus propios orígenes. Muestra de ello es uno de los mosaicos más singulares aparecidos nunca en la urbe: el de las Cuatro Estaciones , hoy perteneciente a los fondos del Museo Arqueológico y que fue hallado en el entorno de la Plaza de la Compañía. Ahí el olivo aparece en la representación del Invierno, donde se observa a un hombre con botines de abrigo entre dos arbolitos de perfil inconfundible. Es un testimonio de la importancia del olivar cordobés durante el periodo romano , en el que las vasijas de aceite bien etiquetadas circulaban desde Andalucía hasta Roma -donde acababan en el Monte Testaccio- y eran la base de nuevas riquezas de esos grandes propietarios que en sus domus y villas homenajeaban a la fuente de su fortuna.

También en el Al Andalus califal , siglos después y tras la conquista musulmana, el olivar tuvo un papel fundamental , ya que para los nuevos habitantes, al no utilizar grasa de cerdo, el aceite vegetal era esencial en la gastronomía y la medicina . Las técnicas de recolección y procesado fueron relevantes en sus tratados y se produjeron importantes avances. Pero no sólo quedaron las referencias en la ciencia andalusí, sino también en sus representaciones iconográficas , como las que aparecen en el manuscrito que desde el siglo XVI se conserva en el Museo Vaticano y que está dedicado al amor de Bayad y Riyad . Una rareza, pese a estar incompleto, ya que se trata del único manuscrito de carácter ilustrado que se ha conservado de la dominación musulmana de España. Aparece en él una escena en la que Bayad , en modo galán, toca el laúd ante un grupo de esclavas cantoras , algo que sucede bajo un bucólico olivar .

Único manuscrito ilustrado conservado de la dominación musulmana, con olivos ABC

Los siglos posteriores, en los que dominó el arte religioso, fueron poco dados a representaciones vegetales, únicamente como fondo simbólico en paisajes de pintores o por su simbología cristiana, como en cuadros de El Greco o Antonio del Castillo . Más tarde, con la liberación temática, el olivar sí volvió a cobrar protagonismo en las artes plásticas, con obras señeras de la cultura cordobesa como ‘Las aceituneras’, de Julio Romero de Torres , propiedad del Museo del Prado aunque cedido al Reina Sofía . Se trata de una obra de 1904 y que representa a tres jóvenes en la recogida de la aceituna, según se cree en el Cortijo de Cabriñana, en los alrededores de Córdoba. Durante años estuvo este cuadro de juventud de Julio Romero en Canarias, hasta que finalmente el Prado lo reclamó. A Córdoba llegó de forma temporal en 2005 gracias a los desvelos de Mercedes Valverde y aquí estuvo dos años cedido en el Museo del pintor. A esa obra de Romero de Torres se pueden añadir otras de dos pintores contemporáneos que han sido especialmente sensibles al mundo del campo en sus lienzos. Por una parte, Antonio Povedano , jiennense de nacimiento aunque cordobés de adopción, y por otra el artista de Puente Genil Manuel Barahona , que es quizá el mayor pintor vivo del olivar, ya que esta temática ocupa buena parte de su obra. Ginés Liébana , que en su siglo de vida ha tocado casi todos los palos, ha utilizado igualmente el olivo para algunos de sus célebres dibujos de ángeles y en sus paisajes oníricos .

Julio Romero de Torres pintó en 1904 ‘Las aceituneras’, propiedad del Museo del Prado aunque está cedido al Reina Sofía

La literatura también se ha servido del olivar como inspiración y elemento metafórico. Desde el Duque de Rivas , que introdujo un nocturno y peligroso olivar sevillano en su ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’ , a don Juan Valera , que no sólo era escritor sino también gestor de las fincas familiares , en las que abundaba el olivar , del que a menudo habla en su extensa correspondencia. Su propia biógrafa, Carmen Bravo, decía del autor de ‘Pepita Jiménez’, novela en la que los olivares aparecen en varias ocasiones como elemento de riqueza, que se parecía a un «olivo que hunde sus raíces en la vida cortijera», aunque tuviese también afanes cosmopolitas que pudo desarrollar en su vida como diplomático.

El olivar se cuela en los versos del Grupo Cántico . Por ejemplo, en su autor más célebre, Pablo García Baena , que en su poema ‘Narciso’ hablaba de los «oscuros olivos de mi llanto». También Ricardo Molina , que en sus elegías conectaba la idea de los retoños del olivo con el amor y la carnalidad. Y Mario López, el poeta de Cántico más cercano al mundo agrario y que al olivar le dedicó varios poemas. «Los olivos / con su mágica fronda entre la niebla / apenas eco, pulso en lejanía…», escribía el autor de Bujalance, tan apegado al mundo campesino y a los viejos ciclos de la vida natural. También Antonio Gala ha introducido el olivar en sus obras de teatro y sus versos . «Sencillo e intrincado,/ con su tesoro a cuestas / el olivar cavila. En él no son precisos / ni rosas ni claveles:/ sólo estar, siglo a siglo,/ serenamente en pie», escribía en su poema ‘Olivares de Mancha Real0. Y Carlos Castilla del Pino , que al segundo tomo de su biografía le llamó ‘Casa del Olivo’ en referencia al árbol centenario que había en su casa de Almodóvar.

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