Instrumentos de medición desplegados en el parque natural de Cabo de Gata-Níjar
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Calentamiento global

Las zonas áridas del sureste de España emiten más CO2 del que absorben

Un estudio del CSIC revela que en la época seca y con viento el CO2 acumulado en el subsuelo es liberado a la atmósfera

Madrid Actualizado: Guardar
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Se calcula que un tercio de las emisiones de CO2 debidas a la actividad humana son absorbidas por ecosistemas terrestres, como por ejemplo, la tundra, los bosques, las selvas tropicales, los humedales o los desiertos. Por tanto, cualquier perturbación en estos ecosistemas puede ser crucial en un contexto de cambio climático.

Hasta ahora se pensaba que los ecosistemas terrestres semiáridos absorben de forma neta CO2. Un equipo de investigadores de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), en colaboración con la Universidad de Granada y la Universidad de Arizona (Estados Unidos) ha estudiado durante seis años (2009-2015) el comportamiento del balance del carbono en un espartal semiárido situado en el parque natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería), y han encontrado que «es más el CO2 que se emite que el que se absorbe», según explica a ABC Francisco Domingo, investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas, instituto perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Concretamente, los resultados de esta investigación confirman que durante esos seis años estudiados la zona ha emitido en torno a 1 kilo de carbono por metro cuadrado. «Eso es mucho», dice Domingo. Esta gran emisión de CO2 no puede ser debida a la actividad biológica del ecosistema, pues se trata de una zona donde hay un gran estrés hídrico y una limitación de nutrientes, lo que hace que la actividad biológica de microorganismos, animales y plantas sea muy baja. La hipótesis es que el carbono se transporta subterráneamente desde otros sitios con mayor actividad biológica, explica el investigador.

Para llegar a esta conclusión los investigadores han registrado datos de dióxido de carbono mediante una técnica usada internacionalmente (técnica de covarianza de remolinos), con sensores subterráneos de CO2 y medidas micrometeorológicas, pudiendo comprobar que hay grandes cantidades de dióxido de carbono acumuladas en el subsuelo y que en determinados momentos y condiciones -en la época más seca, cuando los poros del suelo están más abiertos, y en días ventosos- pasan a la atmósfera por el proceso de ventilación, provocando emisiones adicionales de CO2.

«En un contexto de cambio climático, esta situación afectaría negativamente al calentamiento global, dado que una parte de los ecosistemas naturales, en lugar de absorber el CO2 emitido a través de la quema de combustibles fósiles, estarían añadiendo CO2 a una atmósfera donde los gases de efecto invernadero no paran de aumentar», afirma Domingo.

Además, las proyecciones de cambio climático apuntan a que el sur de la Península Ibérica será cada vez más árido: «Si el ecosistema se degrada muy probablemente las emisiones serán mayores», concluye el investigador, si bien los efectos de esa degradación de los ecosistemas y cuánto tiempo lleva el CO2 acumulado en el subsuelo serán objeto de las siguientes fases de su grupo de investigación.

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